Here’s a concise and engaging title in Spanish (under 100 characters): **El Voto de Eliel: Consagración y Redención** (Alternative option, if preferred: **La Promesa de Eliel: Un Hijo Consagrado**) Both fit within the limit and capture the core themes of the story. Let me know if you’d like any adjustments!
**El Voto Sagrado: Una Historia de Consagración**
En los días en que el pueblo de Israel acampaba al pie del monte Sinaí, después de recibir las leyes y ordenanzas de Dios por medio de Moisés, surgieron situaciones que pusieron a prueba la fe y la obediencia de los hijos de Israel. Entre las muchas instrucciones dadas por el Señor, había una que trataba sobre los votos y las consagraciones especiales, detalladas en el libro de Levítico, capítulo veintisiete.
Había en el campamento un hombre llamado Eliel, de la tribu de Judá, quien, en un momento de gran angustia, había hecho un voto solemne al Señor. Su hijo menor, de apenas ocho años, había caído gravemente enfermo, y los médicos del campamento no encontraban remedio. Desesperado, Eliel se postró ante el Tabernáculo y juró: *»Oh Señor, si sanas a mi hijo, lo consagraré a tu servicio todos los días de su vida, y ofreceré en sacrificio el mejor de mis rebaños.»*
Dios, en su misericordia, escuchó la súplica de Eliel, y al tercer día, el niño se levantó de su lecho, completamente restablecido. Ahora, Eliel debía cumplir su promesa. Con el corazón lleno de gratitud, pero también con cierta inquietud, se dirigió hacia el Tabernáculo para presentar su ofrenda y consagrar a su hijo según la ley.
Al llegar, se encontró con el sacerdote Finees, hijo de Eleazar, quien lo recibió con solemnidad. *»He venido a cumplir mi voto,»* declaró Eliel, *»mi hijo ha sido sanado, y ahora lo entrego al servicio del Señor, tal como prometí.»*
Finees, conocedor de la ley, le explicó con paciencia: *»Según lo establecido por el Señor, si un hombre desea redimir a una persona consagrada, deberá pagar su valor según la estimación del sacerdote. Para un niño de su edad, el precio es de diez siclos de plata.»*
Eliel reflexionó. No quería privar a su hijo de una vida común, pero tampoco deseaba faltar a su promesa. Decidió, entonces, redimirlo. Sacó de su bolsa el precio exigido y lo entregó al sacerdote, diciendo: *»Que esta plata sea consagrada al Señor en lugar de mi hijo, y que él sirva a Dios desde nuestro hogar, siendo instruido en sus caminos.»*
Finees aceptó la ofrenda y registró la transacción en el libro de los votos. Luego, Eliel presentó el cordero más robusto de su rebaño, sin mancha ni defecto, como sacrificio de gratitud. El aroma del holocausto ascendió al cielo, y la presencia del Señor se manifestó con una suave brisa que envolvió el altar.
Pero la historia no terminó allí. Pasaron los años, y el hijo de Eliel, ahora un joven piadoso llamado Selah, creció con un profundo amor por la ley de Dios. Aunque no fue entregado físicamente al servicio del Tabernáculo, su vida fue un testimonio vivo de consagración. Se convirtió en un escriba que copiaba las Escrituras y enseñaba a los niños de Israel los mandamientos del Señor.
Así, a través de un voto hecho en momentos de angustia, Dios no solo demostró su poder para sanar, sino también su misericordia al permitir que las promesas se cumplieran de acuerdo a su sabia ley. Y Eliel, junto a su familia, aprendió que más valioso que los sacrificios materiales era un corazón entregado en obediencia y gratitud eterna.
Y así, la palabra del Señor, dada en Levítico 27, se cumplió una vez más: *»Todo lo consagrado será santísimo al Señor.»*