Here’s a concise and creative title in Spanish (under 100 characters): **El Nacimiento de Isaac y la Prueba de Agar** (Alternative option, if you prefer a more emotional tone: **La Promesa Cumplida y el Dolor de Agar**) Let me know if you’d like any adjustments!
**El Nacimiento de Isaac y la Partida de Agar**
El sol comenzaba a ascender sobre el desierto de Beerseba, tiñendo el horizonte de tonos dorados y carmesí, cuando Sara despertó con un dolor familiar que pronto se convirtió en una alegría inesperada. Después de décadas de espera, de risas incrédulas y promesas divinas que parecían imposibles, el momento había llegado. Con manos temblorosas y lágrimas de gratitud, dio a luz a un niño, cuyo llanto resonó como un cántico de victoria en la tienda de Abraham.
—¡Dios ha traído risa a mi vida! —exclamó Sara, acunando al pequeño entre sus brazos—. Quien lo escuche se reirá conmigo.
Abraham, con el rostro iluminado por una mezcla de asombro y humildad, tomó al niño en sus brazos y lo llamó *Isaac*, que significa «él ríe», recordando el día en que ambos, en su vejez, habían reído ante la promesa de Dios. A los ocho días, tal como el Señor lo había ordenado, Abraham circuncidó a su hijo, sellando así el pacto divino que se extendería por generaciones.
**La Fiesta del Destete**
Los años pasaron, e Isaac creció bajo el cuidado amoroso de sus padres. Cuando llegó el día de su destete, Abraham preparó una gran fiesta, invitando a amigos y sirvientes para celebrar el crecimiento del heredero de la promesa. Las mesas rebosaban de panes recién horneados, frutos secos, y carne asada, mientras las risas y los cantares llenaban el campamento.
Pero en medio de la celebración, Sara notó algo que le heló la sangre. Ismael, el hijo que Agar había dado a Abraham años atrás, se burlaba de Isaac. No eran simples juegos de niños; había un tono de desprecio en sus acciones, como si cuestionara la legitimidad del pequeño heredero. Con el corazón apretado por el temor de que Ismael intentara reclamar la herencia que por derecho pertenecía a Isaac, Sara se acercó a Abraham con firmeza.
—Echa a esta sierva y a su hijo —dijo, mirándolo directamente a los ojos—. Porque el hijo de esta esclava no ha de ser heredero junto con mi hijo Isaac.
Abraham sintió un peso abrumador en su pecho. Ismael era su hijo, su primogénito, y la idea de despedirlo le causaba un dolor profundo. Pero esa misma noche, mientras las estrellas brillaban en el firmamento, Dios habló a su siervo:
—No te angusties por el muchacho ni por tu sierva. Escucha a Sara en todo lo que te diga, porque es a través de Isaac que tu descendencia será llamada. Pero también del hijo de la sierva haré una gran nación, porque es tu descendiente.
**El Camino del Desierto**
Al amanecer, Abraham se levantó con el corazón dividido entre la obediencia y el dolor. Tomó un odre de agua y un pan, se los entregó a Agar, y con palabras entrecortadas, la despidió junto a Ismael. Agar, con los ojos hinchados de lágrimas, tomó la mano de su hijo y se adentró en el desierto de Beerseba, sin saber qué les depararía el futuro.
Los días se convirtieron en una prueba de supervivencia. El sol inclemente agotó rápidamente sus provisiones, y pronto el agua se acabó. Ismael, debilitado por la sed, se desplomó bajo un arbusto, mientras Agar se alejaba un poco, incapaz de soportar la idea de verlo morir.
—¡No quiero ver morir al niño! —gritó, levantando su voz al cielo en medio de su desesperación.
Pero Dios, que nunca abandona a los suyos, escuchó el llanto del muchacho. Un ángel llamó a Agar desde el cielo:
—¿Qué te aflige, Agar? No temas, porque Dios ha oído la voz del muchacho. Levántate, tómalo de la mano, porque yo haré de él una gran nación.
Entonces, Dios le abrió los ojos, y Agar vio un pozo de agua que no había notado antes. Rápidamente llenó el odre y dio de beber a Ismael. Desde ese día, Dios estuvo con el muchacho, quien creció fuerte y se convirtió en un arquero experto, habitando en el desierto de Parán.
Mientras tanto, Abraham e Isaac continuaron viviendo en la tierra prometida, recordando siempre que el Señor es fiel a sus promesas, incluso cuando el camino parece desolado. Y así, en medio de pruebas y bendiciones, la historia del pueblo de Dios seguía escribiéndose, un paso a la vez, bajo la mirada del que nunca abandona a los suyos.