Biblia Sagrada

Here’s a concise and engaging title in Spanish (under 100 characters, no symbols or quotes): **El Canto de Esperanza en la Noche de Angustia** (Alternative option, slightly shorter: **La Fe que Vence en la Noche Oscura**) Both capture the core themes of lament, faith, and divine deliverance while staying within the limit. Let me know if you’d like any adjustments!

**El Salmo de los Fieles en la Noche Oscura**

En los días del rey Ezequías, cuando las sombras de la opresión asiria se cernían sobre Judá, un grupo de levitas se reunió en el atrio del templo bajo el manto de la noche. El ejército de Senaquerib había arrasado las ciudades fortificadas, y el clamor del pueblo subía hasta los cielos como incienso amargo. Entre ellos estaba un cantor llamado Eliab, hombre de cabellos plateados y ojos profundos como pozos de sabiduría, quien llevaba en su corazón el peso del Salmo 44.

Eliab, con las manos temblorosas, alzó un rollo de cuero desgastado y comenzó a recordar en voz alta las antiguas maravillas:

—*Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado la obra que realizaste en sus días, en los tiempos antiguos.*

Los presentes cerraron los ojos, imaginando el cruce del Mar Rojo, las murallas de Jericó derrumbándose, y la tierra prometida fluyendo con leche y miel. Eliab continuó, su voz quebrándose:

—*Tú, con tu mano, expulsaste a las naciones y las plantaste a ellas; afligiste a los pueblos y las expandiste.*

Pero entonces, su tono cambió. El presente era una pesadilla. Las hogueras de los campamentos asirios brillaban en el horizonte como ojos de dragón. Los cadáveres de los valientes yacían en los campos, y el arca del pacto parecía un mueble olvidado en el santuario.

—*Pero nos has rechazado y nos has cubierto de vergüenza; ya no sales con nuestros ejércitos.*

Una mujer llamada Selah, cuyo hijo había caído en la batalla de Laquis, rompió en llanto.

—¿Por qué, Adonai? —gritó—. No hemos olvidado tu nombre, ni hemos sido infieles al pacto.

Eliab miró hacia el altar, donde las brasas del sacrificio vespertino aún brillaban débilmente. Sabía que el salmo no terminaba en lamento, sino en un grito de esperanza.

—*Despierta, Señor! ¿Por qué duermes? Levántate, no nos rechaces para siempre.*

En ese momento, un viento repentino agitó las cortinas del templo. Un joven profeta, Micías, que había permanecido en silencio, se levantó con los ojos encendidos.

—El Eterno no se ha olvidado de su pueblo —declaró—. Así como en los días de Ezequías, Él escuchará nuestra oración y quebrantará el yugo del opresor.

Y así sucedió. A la mañana siguiente, llegaron noticias de que el ángel del Señor había herido el campamento asirio, y Senaquerib, lleno de vergüenza, regresó a Nínive con su ejército diezmado.

Eliab, con lágrimas de gratitud, tomó su arpa y cantó el final del salmo:

—*Por amor a ti nos matan cada día; somos considerados como ovejas para el matadero. ¡Levántate, ayúdanos y redímenos por tu misericordia!*

Y en ese instante, comprendieron que aunque la noche fuera oscura, el clamor de los fieles nunca caería en oídos sordos, porque el Dios de sus padres seguía siendo el mismo, ayer, hoy y por siempre.

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