El Juicio de Elifaz y la Respuesta de Dios (Note: The original title you provided is already concise, fitting within the 100-character limit, and free of symbols or quotes. If you’d like an alternative, here are a few options within the constraints:) 1. **Elifaz juzga a Job y Dios responde** 2. **La reprensión de Dios a Elifaz** 3. **Job, Elifaz y la voz de Dios** 4. **El error de Elifaz y la sabiduría divina** Let me know if you’d like further refinements!
**El Juicio de Elifaz y la Respuesta de Dios**
En la tierra de Uz, donde el sol abrasador doraba las llanuras y los vientos cálidos susurraban entre las tiendas de los hombres, Job, un hombre íntegro y recto, se encontraba sumido en una profunda aflicción. Había perdido sus riquezas, sus hijos y su salud, y ahora, sentado sobre cenizas, rascaba sus llagas con un tiesto mientras sus amigos lo rodeaban en silencio.
Entre ellos estaba Elifaz, el temanita, el más anciano y sabio de los tres. Sus ojos, profundos como pozos de experiencia, se posaron sobre Job con una mezcla de pesar y severidad. Movido por lo que creía era un celo por la justicia divina, Elifaz alzó su voz, y sus palabras cayeron como martillazos sobre el corazón ya quebrantado de Job.
**El Discurso de Elifaz**
—¿Acaso puede el hombre ser útil para Dios? —comenzó Elifaz, su voz grave resonando en el aire quieto—. Ni el más sabio de los mortales puede añadir nada a la perfección del Altísimo. Si Él te castiga, Job, no es por tu justicia, sino por tus pecados ocultos.
El viento agitó las mangas de su túnica mientras continuaba, señalando hacia el horizonte como si allí estuvieran escritos los decretos celestiales.
—Dime, ¿has negado pan al hambriento? ¿Has despreciado al sediento en su necesidad? ¿Acaso has desatendido al desnudo, dejándolo tiritar bajo el frío de la noche? —sus palabras eran afiladas, cada una una acusación—. Los hombres poderosos como tú, Job, caen porque olvidan al pobre. Por eso las tinieblas te han cubierto, y las aguas tumultuosas te han arrasado.
Elifaz se inclinó hacia adelante, sus cejas gruesas frunciéndose en un gesto de falsa compasión.
—Escucha mi consejo: reconcilíate con Dios. Arroja lejos de ti la iniquidad, deja que el oro de Ofir sea como polvo para ti, y entonces el Todopoderoso será tu defensa. Alzarás tus plegarias, y Él te escuchará. Restaurará tu hogar, y la luz brillará donde ahora solo hay sombras.
**El Silencio de Job y la Ira de Dios**
Job no respondió de inmediato. Sus labios, agrietados por el dolor, temblaron, pero no en señal de aceptación, sino de una fe que no se quebrantaba. Sabía que su integridad no era fingida, y aunque no entendía el porqué de su sufrimiento, no admitiría falsedades contra su propia alma.
Mientras el sol comenzaba a ocultarse, teñiendo el cielo de púrpura y oro, una presencia comenzó a manifestarse. Las nubes se arremolinaron, y un viento poderoso sacudió las tiendas. De repente, una voz tronó desde el torbellino, una voz que hacía temblar la tierra.
—¿Quién es este que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? —rugió el Señor.
Elifaz retrocedió, palideciendo. Sus argumentos, tan seguros momentos antes, ahora le parecían necios ante la gloria del que hablaba. Dios no le dirigió palabras de aprobación, sino de corrección.
—¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? —preguntó el Señor—. ¿Has mandado tú a la mañana, o has mostrado al alba su lugar?
Elifaz cayó de rodillas, comprendiendo que había juzgado con arrogancia lo que solo Dios podía entender.
**Conclusión: La Humildad y la Restauración**
Al final, Dios reprendió a Elifaz y a los otros amigos por no haber hablado con verdad, como lo había hecho Job. Aunque Elifaz creía estar defendiendo la justicia divina, había acusado a un hombre justo sin comprensión ni misericordia.
Job, en cambio, fue restaurado no por su perfección, sino por su fe inquebrantable. Y Elifaz, el sabio que había errado, aprendió que la verdadera sabiduría comienza con el temor de Dios, no con la presunción de entender Sus caminos.
Así, en las vastas llanuras de Uz, bajo el cielo infinito que testificaba la grandeza del Creador, quedó claro que solo Él es juez, y que Sus designios, aunque misteriosos, son siempre justos.