Here are a few title options within the 100-character limit: 1. **La Generosidad que Agrada a Dios en Corinto** 2. **Dar con Alegría: La Lección de Corinto** 3. **La Ofrenda que Glorifica a Dios** 4. **Corinto y el Gozo de Ser Generosos** 5. **Dios Ama al Dador Alegre** Let me know if you’d like any adjustments!
**La Generosidad que Agrada a Dios**
En la ciudad de Corinto, donde el bullicio del puerto se mezclaba con las voces de mercaderes y viajeros, la iglesia fundada por el apóstol Pablo enfrentaba un desafío: vivir el evangelio no solo con palabras, sino con acciones tangibles. Pablo, aunque ausente en cuerpo, escribía con fervor desde Macedonia, recordándoles el compromiso que habían asumido de ayudar a los creyentes necesitados en Jerusalén.
En su segunda carta a los corintios, capítulo nueve, el apóstol tejía un mensaje profundo sobre la generosidad, no como una obligación pesada, sino como una expresión gozosa de la gracia recibida. *»Hermanos, no les escribo para mandarles algo, sino para recordarles el celo que otros han mostrado y probar así la sinceridad de su amor»* (2 Corintios 9:1-2).
Pablo les recordaba cómo, meses atrás, habían sido los primeros en entusiasmarse con la ofrenda para los santos. Su entusiasmo había inspirado incluso a las iglesias de Macedonia, que, a pesar de su pobreza, habían dado con abundante alegría. Ahora, sin embargo, algunos en Corinto vacilaban. Temían no cumplir con lo prometido, quizás por las dificultades económicas o por la desconfianza en cómo se administrarían los fondos.
Pero Pablo, con sabiduría pastoral, les animaba: *»Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre»* (2 Corintios 9:7). Sus palabras no eran un simple llamado al altruismo, sino una invitación a confiar en la provisión divina. *»El que siembra escasamente, escasamente cosechará; pero el que siembra generosamente, generosamente cosechará»* (2 Corintios 9:6).
Para ilustrar su punto, Pablo evocaba la imagen de un agricultor que esparce semillas con fe, sabiendo que la tierra, bendecida por el Creador, dará fruto. Así era la generosidad: un acto de fe que desataba bendiciones más allá de lo imaginable. *»Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, para que en todo, siempre, teniendo todo lo necesario, abunden en toda buena obra»* (2 Corintios 9:8).
El apóstol no prometía riquezas terrenales, sino una provisión suficiente para seguir dando, porque la generosidad no agotaba, sino que multiplicaba. Citando el Salmo 112, recordaba que el justo, compasivo y generoso, sería sostenido por Dios. *»Él ha dispersado, ha dado a los pobres; su justicia permanece para siempre»* (2 Corintios 9:9).
Pero el propósito final no era solo aliviar necesidades temporales. La ofrenda de Corinto sería un acto de adoración que glorificaría a Dios. *»Porque la entrega de este servicio no solo suple las necesidades de los santos, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios»* (2 Corintios 9:12). Los beneficiarios, al ver el amor de hermanos que nunca habían conocido, elevarían alabanzas al Padre, y los corazones se unirían en gratitud.
Pablo concluía con una doxología que resonaba como un eco celestial: *»¡Gracias a Dios por su don inefable!»* (2 Corintios 9:15). El mayor ejemplo de generosidad era Cristo, quien, siendo rico, se hizo pobre por amor, para que por su pobreza fuéramos enriquecidos (2 Corintios 8:9).
Así, la iglesia de Corinto, alineando su corazón con el de Dios, aprendería que dar no era perder, sino participar en la obra divina, donde cada semilla de amor sembrada en fe germinaría en un campo eterno.