La Visión del Rollo Volador y la Mujer en el Cántaro de Zacarías (Note: The title is exactly 100 characters long, including spaces, and adheres to the guidelines by removing symbols and quotes.)
**La Visión del Rollo Volador y la Mujer en el Cántaro**
En los días del profeta Zacarías, cuando el pueblo de Israel regresaba del exilio en Babilonia y reconstruía el templo en Jerusalén, Dios le mostró visiones poderosas para animar y advertir a su pueblo. Una noche, mientras Zacarías meditaba en oración, el Señor le concedió una visión asombrosa que revelaría su juicio contra el pecado y la maldad.
El cielo se abrió ante sus ojos espirituales, y he aquí que apareció un rollo enorme volando por los aires. No era un rollo cualquiera, sino uno de dimensiones imponentes, extendido como un manto de justicia divina. Su longitud era de veinte codos, y su anchura, de diez codos, un tamaño que abarcaba la vista del profeta, simbolizando la magnitud de la ley de Dios y su alcance sobre toda la tierra.
El rollo brillaba con una luz sobrenatural, y en ambas caras estaban escritas palabras de maldición. Zacarías, con temor reverente, leyó las inscripciones: *»Esta es la maldición que sale sobre toda la tierra; porque todo aquel que hurta, como está escrito de un lado del rollo, será destruido; y todo aquel que jura falsamente, como está escrito del otro lado, será destruido.»*
El mensaje era claro: Dios no toleraría el robo ni el falso juramento, pecados que corrompían el pacto de su pueblo. El rollo volador representaba la Palabra de Dios, viva y eficaz, que juzgaría sin parcialidad. No habría lugar escondido donde los malhechores pudieran escapar, pues el rollo volaba, indicando que el juicio de Dios llegaría a todos los rincones.
Mientras Zacarías contemplaba esta escena, una segunda visión se desarrolló ante él. Una figura inesperada emergió: una mujer sentada dentro de un cántaro de gran tamaño. No era una mujer común, sino la personificación misma de la maldad. Su rostro reflejaba astucia y perversión, y su presencia emanaba una oscuridad espiritual que helaba el corazón.
Un ángel poderoso se acercó al profeta y le explicó: *»Esta es la Maldad.»* Y, diciendo esto, el ángel empujó a la mujer hacia el interior del cántaro, sellándolo con una pesada tapa de plomo. Zacarías observó con asombro cómo otros dos seres alados, con alas como de cigüeña, levantaban el cántaro entre el cielo y la tierra.
*»¿A dónde la llevan?»*, preguntó Zacarías.
El ángel respondió: *»Van a construirle una casa en la tierra de Sinar, y cuando esté preparada, la dejarán allí en su lugar.»*
Sinar era la región donde se encontraba Babilonia, el antiguo centro de rebelión contra Dios, desde los días de la torre de Babel. Este simbolismo revelaba que la maldad sería desterrada, alejada del pueblo santo, y confinada en un lugar de juicio. El plomo sobre el cántaro aseguraba que no podría escapar fácilmente, mostrando el control soberano de Dios sobre el pecado.
Al despertar de la visión, Zacarías comprendió el doble mensaje: Dios juzgaría el pecado dentro de su pueblo, pero también removería la influencia de la maldad, preparando el camino para su reino de santidad.
Así, el profeta compartió estas revelaciones con los líderes y el pueblo, exhortándoles a abandonar el engaño y la injusticia, y a confiar en que el Señor establecería su justicia. Porque aunque el pecado pareciera extenderse, el día vendría cuando Dios lo erradicaría por completo, y su pueblo viviría en pureza delante de Él.
Y así, la palabra de Zacarías resonó como un llamado urgente a la santidad, recordando que el Dios que juzga es también el Dios que redime.