Biblia Sagrada

El Amor y la Obediencia en 1 Juan 2

**El Amor y la Obediencia: Una Historia Basada en 1 Juan 2**

El sol comenzaba a descender sobre la ciudad de Éfeso, pintando el cielo con tonos dorados y púrpuras. En una pequeña casa cerca del centro de la ciudad, un grupo de creyentes se reunía en torno a un hombre anciano, cuyo rostro estaba marcado por años de sabiduría y servicio. Era el apóstol Juan, el discípulo amado de Jesús, ahora un pastor para aquellos que seguían al Mesías.

Los creyentes, algunos jóvenes y otros más maduros, se acomodaron en el suelo, expectantes. Habían escuchado rumores de falsos maestros que intentaban confundirlos, diciendo que conocer a Dios no requería obedecer Sus mandamientos. Juan, con voz serena pero firme, comenzó a hablar.

**»Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen»**, dijo, mirando a cada uno con ternura paternal. **»Pero si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre: Jesucristo, el Justo. Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo»**.

Un joven llamado Lucas, quien había llegado recientemente a la fe, inclinó la cabeza. Recordaba sus luchas, sus caídas. Las palabras de Juan le traían consuelo, pero también una pregunta. **—Maestro, ¿cómo podemos estar seguros de que realmente lo conocemos?**

Juan sonrió, como si hubiera esperado esa pregunta. **»En esto sabemos que lo conocemos: si guardamos Sus mandamientos»**, respondió. **»El que dice: ‘Yo lo conozco’, pero no guarda Sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en el que guarda Su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado»**.

Una mujer llamada Miriam, quien había servido fielmente en la iglesia, asintió. **—Pero, maestro, hay algunos que dicen que el amor a Dios no tiene que ver con reglas, que solo importa lo que sentimos en el corazón.**

Juan levantó una mano, y sus ojos reflejaron una firmeza sagrada. **»El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo»**, declaró. **»Hermanos, no les escribo un mandamiento nuevo, sino el antiguo que han tenido desde el principio: el mandamiento del amor. Pero también es nuevo, porque las tinieblas pasan y la verdadera luz ya alumbra»**.

Afuera, las sombras de la noche comenzaban a extenderse, pero dentro de la casa, las lámparas de aceite brillaban, iluminando los rostros atentos. Juan continuó. **»El que dice que está en la luz, pero aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay tropiezo en él. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos»**.

Un hombre mayor, llamado Eleazar, que había sido fariseo antes de conocer a Cristo, reflexionó en voz alta. **—Entonces, ¿el verdadero amor a Dios se demuestra en cómo tratamos a los demás?**

**»Así es»**, confirmó Juan. **»No amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Porque si alguien tiene bienes materiales y ve a su hermano en necesidad, pero no tiene misericordia de él, ¿cómo puede permanecer el amor de Dios en él?»**

El silencio llenó la habitación mientras cada uno meditaba en sus propias acciones. Juan, viendo la convicción en sus rostros, concluyó con palabras de ánimo. **»Hijitos, permanezcan en Él, para que cuando Él se manifieste, tengamos confianza y no nos alejemos de Él en vergüenza. Ustedes conocen la verdad, y ninguna mentira procede de la verdad. El mundo pasa, y sus deseos también, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre»**.

Al terminar, los creyentes salieron de la casa, sus corazones llenos de determinación. Sabían que la fe verdadera no era solo un sentimiento, sino una vida transformada por el amor a Dios y al prójimo. Y aunque las tinieblas del mundo intentaran engañarlos, la luz de Cristo brillaba en ellos, guiándolos hacia la verdad eterna.

Así, la enseñanza de 1 Juan 2 se grabó en sus corazones: conocer a Dios era amarlo, y amarlo era obedecerle. Y en esa obediencia, encontraban la verdadera comunión con Él y unos con otros.

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