Biblia Sagrada

La Promesa y la Advertencia de Dios a su Pueblo (98 caracteres)

**La Promesa y la Advertencia: Un Pacto con el Pueblo Elegido**

En los días en que Moisés aún guiaba a los hijos de Israel por el desierto, el Señor les habló desde el Monte Sinaí con palabras claras y solemnes. Era un mensaje que resonaría a través de las generaciones, un recordatorio de Su amor y justicia.

**La Bendición por la Obediencia**

El Señor comenzó con una promesa llena de esperanza: *»Si caminan según mis estatutos y guardan mis mandamientos, y los ponen por obra, yo les daré lluvias a su tiempo, y la tierra rendirá sus frutos, y los árboles del campo darán su fruto.»*

El pueblo escuchaba en silencio mientras Moisés transmitía las palabras divinas. Imagínense, queridos hermanos, una tierra donde los sembradíos crecían abundantes, donde las viñas se cargaban de uvas dulces y los olivos goteaban aceite puro. El trigo maduraba bajo un cielo clemente, y las cosechas eran tan grandes que la trilla se prolongaría hasta la vendimia, y la vendimia hasta la siembra. ¡Nunca faltaría el pan en sus mesas!

Pero las bendiciones no terminaban allí. *»Habitarán en su tierra seguros,»* continuaba el Señor. *»Yo daré paz en la tierra, y dormirán sin que nadie los espante. Haré desaparecer las bestias feroces, y no pasará la espada por su tierra.»*

Era una promesa de descanso, de protección divina. Los lobos no atacarían los rebaños, ni los leones rugirían cerca de las aldeas. Los jóvenes y los ancianos vivirían en armonía, y las madres mecerían a sus hijos sin temor.

Y aún más: *»Yo me volveré a ustedes, los haré fecundos y los multiplicaré, y afirmaré mi pacto con ustedes.»* ¡El Señor mismo caminaría entre ellos! Su presencia sería como un escudo, y Su favor, como el rocío que refresca la tierra al amanecer.

**La Advertencia por la Desobediencia**

Pero la voz del Señor se tornó grave al continuar: *»Pero si no me escuchan ni cumplen todos estos mandamientos, si desprecian mis decretos y aborrecen mis leyes, entonces esto les haré…»*

El aire se volvió pesado. El pueblo sintió un escalofrío al escuchar las consecuencias de apartarse del camino recto.

Primero, vendría el terror: enfermedades que consumirían los cuerpos, enemigos que devorarían las cosechas. *»Los que odian a ustedes los gobernarán,»* dijo el Señor. Imaginen el dolor de ver a los extraños cosechar lo que ellos sembraron, de trabajar bajo el yugo de la opresión.

Si aun así persistían en su rebeldía, la tierra misma se volvería contra ellos. *»Quebrantaré la soberbia de su fuerza, y haré su cielo como hierro y su tierra como bronce.»* Ni una gota de lluvia caería sobre los campos resecos. La tierra, antes fértil, se agrietaría bajo un sol implacable. Los graneros quedarían vacíos, y el hambre acecharía cada hogar.

Y si todavía endurecían su corazón, el castigo aumentaría. *»Enviaré contra ustedes las bestias del campo, que les arrebatarán a sus hijos y destruirán su ganado.»* Las calles, antes llenas de risas, quedarían en silencio.

Pero lo más doloroso de todo sería esto: *»Si con todo esto no se corrigen, sino que siguen oponiéndose a mí, entonces yo también me opondré a ustedes con furor.»* ¡El mismo Dios que los había liberado de Egipto se volvería su adversario! Las ciudades caerían, los altares paganos serían derribados, y el pueblo sería esparcido entre las naciones.

**El Llamado Final al Arrepentimiento**

Sin embargo, incluso en medio del juicio, el amor del Señor brillaba. *»Pero si confiesan su iniquidad y se humillan, yo me acordaré de mi pacto.»*

¡Qué misericordia tan grande! Aunque el pecado los llevara al exilio, aunque lloraran lejos de su hogar, el Señor no los abandonaría para siempre. *»Aun estando ellos en tierra de sus enemigos, no los desecharé ni los aborreceré hasta consumirlos.»*

Porque el Señor es fiel. Él no olvida Sus promesas. Aunque el castigo fuera severo, Su propósito siempre sería restaurar.

Y así, Moisés terminó de hablar. El pueblo, con corazones temblorosos, comprendió que la elección era clara: la vida y la bendición, o la muerte y la maldición.

Que esta historia nos recuerde, hoy y siempre, que el camino del Señor es perfecto. Que busquemos obedecerle, no por temor al castigo, sino por amor a Aquel que nos llama Sus hijos.

**Amén.**

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