Biblia Sagrada

El Juez Justo: Historia del Salmo 75

**El Juez Justo: Una Historia Basada en el Salmo 75**

En los días antiguos, cuando las naciones se levantaban unas contra otras y los poderos abusaban de su fuerza, hubo un tiempo de gran oscuridad en la tierra de Judá. Los impíos se enaltecían, blasfemando contra el cielo, y los soberbios alzaban sus cuernos como toros furiosos, creyendo que su poder no tendría fin. Pero en medio del caos, el Señor, el Justo Juez, guardaba silencio, esperando el momento preciso para actuar.

En una pequeña aldea cerca de Jerusalén, vivía un hombre llamado Eliab, un anciano piadoso que recordaba las promesas de Dios. Cada mañana, al romper el alba, se postraba frente a una piedra plana que servía de altar y elevaba sus súplicas: *»Señor, ¿hasta cuándo permitirás que los malvados triunfen? Los violentos pisotean al humilde, y los mentirosos se visten de honor. Pero yo confío en Ti, porque sé que Tú eres quien sostiene las columnas de la tierra.»*

Mientras tanto, en la ciudad, el rey Adonías, un hombre cruel y arrogante, celebraba banquetes en su palacio, rodeado de aduladores que bebían vino en copas de oro. Con voz ebria, se burlaba de los débiles: *»¿Dónde está el Dios de los pobres? ¿Por qué no viene a salvarlos?»* Sus siervos, temerosos, asentían, pero en sus corazones temblaban, pues sabían que la soberbia precede a la caída.

Una noche, mientras Adonías dormía en su lecho adornado de púrpura, un sueño perturbador lo asaltó. Vio una gran balanza descendiendo del cielo, y una voz como trueno resonó: *»Yo soy el Señor, que juzga con equidad. Cuando llegue el momento señalado, quebrantaré el poder de los orgullosos y exaltaré al humilde.»* Despertó sudando, pero al amanecer, su corazón se endureció aún más. *»Solo fue un sueño,»* murmuró, y ordenó que trajeran más vino.

Pocos días después, una plaga cayó sobre los campos de Adonías. Las cosechas se marchitaron, sus pozos se secaron, y sus guerreros más fuertes cayeron enfermos. En el palacio, los cortesanos comenzaron a murmurar: *»El cielo lo ha abandonado.»* Mientras tanto, en la aldea, Eliab seguía orando, y una paz inexplicable lo envolvía. Una tarde, mientras meditaba bajo una higuera, escuchó un susurro en el viento: *»No temas, porque he visto tu aflicción. El cuerno del malvado será cortado, pero el cuerno del justo será exaltado.»*

Y así sucedió. Una coalición de naciones vecinas, antes sometidas por Adonías, se levantó contra él. Sin sus ejércitos debilitados, el rey fue derrocado en una sola noche. Su palacio fue consumido por las llamas, y su nombre quedó en el olvido. Pero Eliab, el hombre que había confiado en el Señor, fue llevado ante los líderes del pueblo por su sabiduría. *»Dios no se deja burlar,»* les dijo. *»Él humilla al que se enaltece y levanta al que espera en Él.»*

Y desde aquel día, el pueblo entendió la verdad del Salmo: *»Dios es el Juez: a uno humilla, y a otro exalta.»* (Salmo 75:7). La copa de juicio está en Sus manos, y solo Él decide cuándo derramarla. Los impíos pueden florecer por un tiempo, pero su fin está sellado. Mas los que confían en el Señor, aunque sean probados, verán Su justicia.

Así, en medio de las sombras, brilló la luz de la verdad: el cuerno de salvación pertenece al Dios de Jacob, y solo en Él hay refugio eterno.

LEAVE A RESPONSE

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *