El amor de Dios y la negligencia de Israel (Note: The title is 42 characters long, within the 100-character limit, and removes symbols as requested.)
**El Amor de Dios y la Negligencia de Su Pueblo**
En los días posteriores al regreso del pueblo de Israel del exilio en Babilonia, cuando el templo había sido reconstruido y los muros de Jerusalén estaban en pie, el profeta Malaquías levantó su voz para transmitir el mensaje de Dios. Era un tiempo en el que, aunque las ceremonias religiosas continuaban, el corazón del pueblo se había vuelto frío y negligente.
El Señor, en su infinita misericordia, comenzó su mensaje con una declaración poderosa:
*»Yo os he amado, dice el Señor.»*
Pero el pueblo, endurecido por la rutina y la ingratitud, respondió con insolencia: *»¿En qué nos has amado?»*
Dios, paciente pero firme, recordó su elección de Jacob sobre Esaú. Mientras que a Jacob (Israel) lo había escogido como su heredero, a Esaú (Edom) lo había desechado, y sus montañas se habían convertido en desolación, un testimonio del juicio divino. Sin embargo, Israel, en lugar de responder con humildad y adoración, había menospreciado ese amor.
### **El Sacrificio Manchado**
El Señor dirigió entonces su mirada hacia los sacerdotes, quienes debían ser guardianes de la santidad. En lugar de honrar a Dios, ofrecían sacrificios indignos: animales ciegos, cojos y enfermos sobre el altar.
*»¿No es esto malo?»*, preguntó el Señor. *»Ofrecedlo, pues, a vuestro gobernador. ¿Acaso se agradará de vosotros, o os recibirá con benevolencia?»*
Los sacerdotes, encargados de mediar entre Dios y el pueblo, habían caído en la hipocresía. Sus ofrendas no eran dadas con amor, sino por obligación, como si el Dios del universo mereciera lo que ni siquiera un gobernante terrenal aceptaría.
El profeta describió con tristeza cómo los animales defectuosos eran llevados al templo. Un cordero cojo, arrastrándose penosamente hacia el altar; una oveja enferma, tosiendo débilmente antes de ser sacrificada. Ni siquiera el fuego sagrado parecía consumirlos con pureza, pues sus defectos eran un insulto a la santidad de Dios.
### **La Advertencia y la Promesa**
El Señor dejó claro que Él merecía lo mejor: *»Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia.»*
Mientras Israel deshonraba a Dios, las naciones paganas, aunque no lo conocían plenamente, a veces mostraban más reverencia que el pueblo escogido. Pero Dios no se conformaría con una adoración vacía.
*»Oh, si hubiera entre vosotros quien cerrase las puertas del templo, para que no encendáis fuego en mi altar en vano!»*
Mejor sería cerrar el templo que seguir con sacrificios hipócritas. Sin embargo, en medio de la reprensión, había una promesa: el día vendría cuando el verdadero sacrificio perfecto sería ofrecido, no por manos negligentes, sino por el Cordero sin mancha que quitaría el pecado del mundo.
Y así, el mensaje de Malaquías resonó en los corazones de aquellos dispuestos a escuchar: Dios merece lo mejor, no por lo que Él necesita, sino por lo que Él es: Santo, Justo, y sobre todo, Amor.
**Fin.**