Biblia Sagrada

La Visión Final de Daniel: Revelación del Tiempo del Fin

**El Sueño de los Tiempos Finales: Una Revelación de Daniel**

El sol se ocultaba tras las montañas de Babilonia, teñiendo el cielo de tonos dorados y púrpuras, cuando el anciano profeta Daniel, de cabellos blancos como la nieve y rostro marcado por décadas de sabiduría y revelación, se arrodilló junto al río Tigris. Sus ojos, aunque cansados por los años, brillaban con una chispa divina. Había visto imperios levantarse y caer, había caminado entre leones y había interpretado los sueños de reyes. Pero ahora, algo más grande se avecinaba.

De repente, el aire se llenó de una presencia sobrenatural. Una luz deslumbrante, más brillante que el mediodía, iluminó la ribera del río, y Daniel, temblando, levantó la vista. Ante él se erguía un ser celestial, vestido de lino fino, con un cinturón de oro puro. Su rostro relucía como el relámpago, y sus ojos eran como antorchas de fuego. Era el mismo mensajero que antes le había hablado, el arcángel Miguel, príncipe de los ejércitos celestiales.

—*»Daniel, hombre muy amado,»*— dijo la voz del mensajero, resonando como trueno en lo profundo del alma del profeta—, *»presta atención a las palabras que te diré, porque son verdaderas y seguras. Se acerca el tiempo del fin, y lo que está escrito en el libro de la verdad se cumplirá.»*

Daniel sintió un escalofrío. Sabía que las visiones que había recibido antes—los imperios, las bestias, el cuerno blasfemo—eran solo fragmentos de un plan mayor. Ahora, el velo se rasgaría un poco más.

—*»Habrá un tiempo de angustia como nunca antes se ha visto desde que existen las naciones,»*— continuó el mensajero, su voz grave—. *»Pero en ese momento, tu pueblo será librado: todos los que se hallen inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.»*

El corazón de Daniel latió con fuerza. ¿Resurrección? ¿Juicio? Nunca antes había escuchado algo tan claro sobre el destino final de la humanidad.

—*»Los entendidos brillarán como el resplandor del firmamento, y los que guiaron a muchos a la justicia, como las estrellas, por siempre y para siempre.»*

El profeta inclinó la cabeza, tratando de asimilar cada palabra. Pero entonces, el mensajero añadió algo que lo dejó perplejo:

—*»Pero tú, Daniel, cierra estas palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará.»*

Daniel alzó sus manos, arrugadas por los años, y preguntó con voz temblorosa:

—*»Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas?»*

El mensajero lo miró con solemnidad.

—*»Anda, Daniel, porque estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados; pero los impíos seguirán en su maldad, y ninguno de ellos entenderá. Mas los entendidos comprenderán.»*

Luego, el ser celestial levantó sus manos hacia el cielo y declaró:

—*»Desde el tiempo en que sea quitado el sacrificio perpetuo hasta la abominación desoladora, habrá mil doscientos noventa días. Bienaventurado el que espere y llegue a mil trescientos treinta y cinco días. Pero tú, sigue hasta el fin. Descansarás y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días.»*

Con estas palabras, la luz comenzó a desvanecerse, y el mensajero celestial desapareció, dejando a Daniel solo junto al río, con el corazón lleno de asombro y un profundo sentido de propósito.

Años después, cuando el viejo profeta cerró los ojos por última vez, lo hizo con la certeza de que un día, cuando el tiempo de Dios se cumpliera, despertaría en un amanecer sin ocaso, donde la justicia reinaría y los fieles brillarían como las estrellas por toda la eternidad.

Y así, la promesa de la resurrección y el juicio quedó sellada en las páginas de la revelación, esperando el día en que todo sería revelado.

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