Biblia Sagrada

La Parábola del Granjero Sabio y la Confianza en Dios (99 caracteres)

**La Parábola del Granjero Sabio y los Misterios de la Providencia**

En los días de antaño, en una tierra fértil junto al río Jordán, vivía un hombre llamado Efraín. Era un granjero sabio y piadoso, conocido en toda la región por su entendimiento de los caminos de Dios y su diligencia en el trabajo. Muchos venían a él en busca de consejo, pues sus palabras estaban llenas de la sabiduría que solo viene de lo alto.

Un día, mientras el sol se alzaba sobre los campos dorados, un grupo de jóvenes llegó hasta Efraín. Entre ellos estaba Jonatán, un muchacho impaciente que anhelaba cosechar riquezas rápidamente sin entender los designios del Señor.

—Maestro —dijo Jonatán—, he sembrado semillas, pero el viento las ha esparcido, y la lluvia no ha llegado a tiempo. ¿Por qué Dios no bendice mis esfuerzos como los tuyos?

Efraín, con mirada serena, señaló hacia los campos que se extendían ante ellos.

—Escucha, hijo mío, las palabras del Predicador: *»Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás. Reparte a siete, y aun a ocho, porque no sabes qué mal habrá sobre la tierra»* (Eclesiastés 11:1-2).

Los jóvenes lo miraron con desconcierto, y Efraín continuó:

—¿Ven aquel río que fluye sin cesar? Un hombre puede arrojar su semilla con fe, aunque no vea de inmediato dónde caerá. Las corrientes la llevarán a lugares insospechados, y en el tiempo de Dios, brotará vida donde menos lo esperes. Así es la obra del Señor: misteriosa, pero segura.

Jonatán frunció el ceño.

—Pero, ¿y si siembro y no recojo? ¿Y si trabajo y otro se lleva la ganancia?

Efraín caminó hacia un almendro que florecía junto al camino.

—*»Si las nubes están llenas de agua, la derramarán sobre la tierra»* (Eclesiastés 11:3). ¿Acaso el árbol deja de dar fruto porque un año la cosecha sea escasa? No, hijo mío. Así como no puedes detener el viento ni entender el camino del bebé en el vientre de su madre, tampoco puedes dominar toda la obra de Dios. Pero Él es fiel.

Luego, señalando hacia el horizonte donde los campesinos trabajaban bajo el sol, añadió:

—*»Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano, porque no sabes cuál prosperará, si ésta o aquella, o si ambas serán igualmente buenas»* (Eclesiastés 11:6). No te detengas por el miedo al fracaso, ni te confíes solo en tus cálculos. Trabaja con diligencia, pero confía en Aquel que sostiene la lluvia y el sol.

Los jóvenes meditaron en sus palabras, y Jonatán, con humildad, preguntó:

—Entonces, ¿qué debo hacer?

Efraín sonrió.

—Vive con gozo, trabaja con integridad, y recuerda que *»la luz es dulce, y agradable a los ojos ver el sol»* (Eclesiastés 11:7). Pero también sabe que Dios traerá toda obra a juicio, aun las ocultas. Siembra con generosidad, camina en obediencia, y deja el resto en las manos del Señor.

Y así, Jonatán y los demás aprendieron que la verdadera sabiduría no está en controlar el futuro, sino en confiar en el Dueño de la cosecha, cuyo tiempo y propósito son perfectos.

Y desde aquel día, cada vez que el viento agitaba los campos, recordaban: *»Echa tu pan sobre las aguas…»*, porque la fidelidad de Dios es más segura que las estaciones.

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