**El Camino del Amor Verdadero**

En la antigua ciudad de Corinto, donde el bullicio del puerto se mezclaba con las voces de mercaderes y filósofos, la iglesia fundada por el apóstol Pablo enfrentaba divisiones y rivalidades. Algunos se enorgullecían de sus dones espirituales, otros menospreciaban a sus hermanos, y muchos habían olvidado la esencia misma de la fe. Fue entonces cuando Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, les escribió una carta que resonaría por los siglos, enseñándoles el camino más excelente: el camino del amor.

**El Don Más Excelente**

En una pequeña casa cerca del ágora, los creyentes se reunían para compartir la cena del Señor. Entre ellos estaba Demas, un hombre elocuente que hablaba en lenguas con fervor, y Lidia, una mujer sabia que interpretaba sueños y profecías. También estaba Marcos, un hombre humilde que servía a los enfermos sin buscar reconocimiento.

Una noche, mientras discutían sobre cuál don espiritual era más importante, el anciano Tito, quien había conocido personalmente a Pablo, tomó un pergamino y comenzó a leer en voz alta:

*»Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, pero no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, pero no tengo amor, nada soy.»*

Un silencio profundo llenó la habitación. Las palabras de Pablo eran como un espejo que revelaba el corazón de cada uno. Demas bajó la mirada, recordando cuántas veces había usado su don para llamar la atención. Lidia sintió un peso en su pecho al darse cuenta de que su conocimiento la había hecho orgullosa. Solo Marcos sonrió con paz, pues su servicio siempre había brotado de un corazón amoroso.

**La Naturaleza del Amor**

Tito continuó leyendo, describiendo el amor con palabras que parecían pintar un retrato del mismo Cristo:

*»El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.»*

Los hermanos imaginaron a Jesús sanando a los enfermos, perdonando a los pecadores y lavando los pies de sus discípulos. El amor no era un sentimiento pasajero, sino una decisión constante de dar sin medida, de soportar con paciencia y de buscar el bien del otro.

**El Amor Nunca Deja de Ser**

Al final, Tito leyó las palabras más solemnes:

*»El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.»*

Demas comprendió que sus dones, aunque valiosos, eran temporales. Lidia entendió que el conocimiento humano era limitado. Pero el amor—el amor que venía de Dios—era eterno.

**Un Nuevo Comienzo**

A partir de ese día, la iglesia en Corinto comenzó a cambiar. Demas usó su elocuencia para animar a los desanimados. Lidia compartió su sabiduría con humildad. Y Marcos, sin dejar de servir, enseñó con su ejemplo que el amor verdadero se mostraba en acciones sencillas y sinceras.

Y así, guiados por las palabras de Pablo, aprendieron que sin amor, incluso los dones más grandes eran vacíos. Pero con amor, hasta el acto más pequeño brillaba con la luz de Cristo.

Porque al fin y al cabo, como Pablo les había recordado:

*»Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.»*