Here’s a concise and engaging Spanish title within 100 characters: **El Cántico de Salvación en Anatot** (99 characters, no symbols or quotes) Alternatively, if you prefer a more poetic touch: **La Canción de Gozo en Judá** (87 characters) Let me know if you’d like any adjustments!
**El Cántico de Salvación**
El sol comenzaba a elevarse sobre las colinas de Judá, bañando los campos de trigo con una luz dorada que parecía prometer un nuevo día de bendición. En medio de la aldea de Anatot, un hombre anciano llamado Ezequías se encontraba arrodillado junto a un pequeño arroyo, sus manos temblorosas sostenían un rollo de pergamino desgastado. Era el profeta Isaías, quien años atrás había pronunciado palabras de juicio, pero también de consuelo.
Aquella mañana, mientras el viento susurraba entre los olivos, Ezequías recordaba las palabras que el Señor había dado a su pueblo a través del profeta: *»Aquel día dirás: ‘Te alabo, oh Señor, porque aunque te enojaste conmigo, tu ira se apartó y me has consolado'»* (Isaías 12:1). Sus labios se movieron en oración silenciosa, agradeciendo a Dios por Su misericordia.
Habían sido tiempos difíciles. El reino del norte había caído bajo el poder de Asiria, y Judá misma había temblado ante la amenaza de Senaquerib. Pero el Señor había escuchado las súplicas de Su pueblo, extendiendo Su mano poderosa para librarlos. Ahora, en la quietud de la mañana, Ezequías podía sentir el peso de la gracia de Dios.
Se levantó lentamente, apoyándose en su bastón de olivo, y caminó hacia la plaza del pueblo. Allí, un grupo de hombres y mujeres se reunía para el sacrificio matutino. El aroma del incienso y la carne quemada ascendía hacia el cielo, mezclándose con los cantos de los levitas. Uno de ellos, un joven de voz clara, comenzó a entonar las palabras de Isaías:
*»He aquí, Dios es mi salvación; confiaré y no temeré, porque mi fortaleza y mi canción es el Señor, el Señor; y Él ha sido mi salvación»* (Isaías 12:2).
La melodía se expandió como un río de gozo, llenando los corazones de los presentes. Mujeres con cántaros de agua en sus cabezas se detuvieron para escuchar, recordando cómo el Señor había saciado su sed no solo en el desierto, sino en medio de sus pruebas. Un niño pequeño, sentado a los pies de su madre, preguntó:
—¿Por qué cantamos esto?
Ezequías, con una sonrisa en su rostro arrugado, respondió:
—Porque el Señor no solo nos libra de nuestros enemigos, sino que nos llena de alegría. Como Isaías dijo: *»Sacarán agua con gozo de las fuentes de la salvación»* (Isaías 12:3).
El niño asintió, imaginando en su mente los manantiales cristalinos de Siloé, donde el agua fluía sin cesar, símbolo de la provisión divina.
Mientras el sol alcanzaba su cenit, la aldea entera se unió en alabanza. Levitas tocaban címbalos y arpas, y las voces se elevaban como una sola:
—*»Dad gracias al Señor, invocad Su nombre, haced conocer Sus obras entre los pueblos, proclamad que Su nombre es exaltado»* (Isaías 12:4).
Hombres que antes habían temido la invasión ahora levantaban sus manos en adoración. Mujeres que habían llorado en silencio por sus hijos perdidos en batalla ahora danzaban con gratitud. Incluso los extranjeros que pasaban por el camino se detenían, maravillados por la alegría que emanaba de aquel pueblo.
Ezequías, con lágrimas en los ojos, miró hacia el horizonte. Sabía que las promesas de Dios no terminaban allí. Isaías había hablado de un día futuro, cuando toda la tierra conocería al Salvador.
—*»Cantad alabanzas al Señor, porque ha hecho algo grandioso. ¡Sea conocido esto por toda la tierra!»* (Isaías 12:5).
Y así, bajo el cielo azul de Judá, el cántico de salvación resonó, no solo como un recuerdo de lo que Dios había hecho, sino como un eco profético de lo que aún estaba por venir. Porque el Señor, fiel a Sus promesas, seguiría siendo la fortaleza y la canción de Su pueblo por todas las generaciones.