Here’s a concise and impactful title in Spanish (under 100 characters): **La Viña Infiel y el Amor Fiel de Dios** (Removed symbols, quotes, and kept it within the limit while preserving the core message.)
**La Viña Infiel y el Amor Inquebrantable de Dios**
En los días del profeta Oseas, el reino de Israel, también conocido como Efraín, había alcanzado cierta prosperidad material, pero su corazón se había alejado del Señor. La tierra era fértil, las cosechas abundantes, y las ciudades florecían, pero la idolatría y la injusticia se habían arraigado en el pueblo como maleza entre el trigo.
Dios habló a través de Oseas, diciendo: *»Israel era una viña frondosa que daba mucho fruto para sí misma. Cuanto más abundante era su cosecha, más construía altares paganos. Cuanto más hermosa era su tierra, más erigía columnas sagradas dedicadas a ídolos.»*
En aquellos días, los israelitas se postraban ante becerros de oro, especialmente en Betel, donde el rey Jeroboam había colocado un ídolo para que el pueblo lo adorara en lugar de subir al templo de Jerusalén. Ofrecían sacrificios en altares ilegítimos, creyendo que así aseguraban la bendición, pero sus corazones estaban llenos de engaño.
El Señor, con voz triste pero firme, declaró: *»Su corazón es falso; ahora pagarán por su pecado. El Señor derribará sus altares y destruirá sus columnas sagradas.»*
Y así, como un viñador que arranca las ramas estériles, Dios permitiría que el juicio cayera sobre Israel. Los altares de piedra, tallados con tanto esmero, serían reducidos a polvo. Los lugares altos, donde quemaban incienso a Baal, quedarían desolados. El pueblo, que antes se regocijaba en sus riquezas, clamaría angustiado cuando el enemigo llegara como tormenta repentina.
El rey de Samaria sería llevado cautivo como espuma sobre las aguas, impotente ante el poder de Asiria. Los altares de Betel, que tanto amaban, se convertirían en montones de ruinas cubiertas de cardos y espinos. Entonces, el pueblo gritaría a los montes: *»¡Cúbrenos!»* y a las colinas: *»¡Caed sobre nosotros!»* pues preferirían la muerte antes que enfrentar la ira del Santo de Israel.
Pero incluso en medio del juicio, el corazón de Dios anhelaba la redención. Él no se complacía en castigar, sino en restaurar. Como un padre que disciplina al hijo rebelde, su propósito era llevar a Israel de vuelta a Él. *»Siembren para ustedes justicia, cosechen misericordia,»* les decía. *»Arren la tierra no cultivada de su corazón, porque es tiempo de buscar al Señor, hasta que Él venga y les envíe su justicia como lluvia.»*
Pero Israel había sembrado viento, y ahora cosecharía tempestad. Sus alianzas con naciones paganas no les darían seguridad; sus ejércitos serían barridos como paja en el torbellino. Sus fortalezas caerían, y su orgullo sería humillado.
Sin embargo, en la oscuridad del castigo, brillaba una promesa: el amor de Dios era más fuerte que la infidelidad de su pueblo. Aunque Israel se había prostituido tras otros dioses, el Señor no la abandonaría para siempre. Un día, Él quebrantaría su terquedad, arrancaría los ídolos de sus corazones y los volvería a plantar en la tierra prometida, no por su justicia, sino por Su gracia.
Así terminaba el mensaje de Oseas: *»Yo los amé cuando eran niños, y aunque se apartaron, mi corazón sigue clamando por ellos. Los corregiré, pero no los desecharé. Porque Yo soy Dios, y no hombre. El Santo en medio de ti, que no viene para destruir sin esperanza, sino para salvar.»*
Y aunque el juicio era inevitable, la misericordia de Dios permanecía, esperando el día en que Israel, finalmente quebrantado, volvería a su primer amor.