Here are a few title options within the 100-character limit: 1. **David prepara el templo para Salomón** 2. **La devoción de David por el templo de Dios** 3. **David y los preparativos del templo sagrado** 4. **El legado de David: El futuro templo de Dios** 5. **David y la construcción del templo del Señor** Let me know if you’d like any adjustments!
**La Preparación del Templo: La Devoción de David**
El rey David, ya anciano y con las manos marcadas por años de batallas, se encontraba en su palacio de Jerusalén. El sol de la tarde se filtraba por las ventanas, iluminando los pergaminos extendidos sobre su mesa. Su corazón ardía con un deseo profundo: construir una casa para el Señor, un templo magnífico donde el Arca del Pacto pudiera descansar para siempre. Pero Dios le había dejado claro a través del profeta Natán que no sería él quien lo edificaría, sino su hijo Salomón.
Aunque al principio la noticia lo entristeció, David no se resignó a la inacción. Con determinación, reunió a sus siervos y les ordenó:
—Traedme los mejores materiales: oro, plata, bronce, hierro y madera de cedro. Nada debe faltar para la casa del Señor.
Pronto, caravanas de mercaderes y aliados comenzaron a llegar a Jerusalén. Desde Tiro y Sidón llegaron troncos de cedro, altos y aromáticos, cortados por hábiles manos fenicias. De Ofir llegaron cargamentos de oro puro, reluciente como el sol al amanecer. Los herreros de Israel trabajaban sin cesar, forjando clavos y placas de bronce que brillaban como espejos.
David supervisaba cada detalle. Visitaba las canteras donde los picapedreros extraían bloques de piedra blanca, tallados con precisión para que encajaran perfectamente en los muros del futuro templo.
—Estas piedras no deben ser golpeadas con herramientas de hierro en el lugar santo —recordaba David las palabras de la Ley—. El templo debe ser construido en silencio y reverencia.
Pero más que los materiales, David se preocupaba por el corazón de su hijo. Una noche, llamó a Salomón a sus aposentos. La luz de las lámparas de aceite danzaba en las paredes mientras el rey, con voz grave pero amorosa, le decía:
—Hijo mío, yo deseé con todo mi corazón construir una casa para el nombre del Señor, pero Él me dijo: ‘Tú has derramado mucha sangre y has librado grandes guerras; por eso no edificarás Mi casa’. Sin embargo, el Señor me prometió que tendrías un reinado de paz y que tú serías quien levantaría el templo.
Salomón, joven pero sabio, escuchaba en silencio.
—Ahora, presta atención —continuó David—. El Señor estará contigo si eres fiel a Sus mandamientos. Sé fuerte y valiente; no temas, porque el Dios de Israel irá delante de ti. Yo he preparado oro, plata, bronce y hierro en abundancia, pero tú debes añadir más. Y sobre todo, busca la sabiduría que viene de lo alto.
David extendió un rollo de pergamino donde había escrito los planos del templo, revelados por el Espíritu de Dios.
—Aquí está el diseño del atrio, el lugar santo y el santísimo, donde morará la presencia del Señor. Todo debe hacerse conforme a Su voluntad.
Salomón asintió con solemnidad, sintiendo el peso de la responsabilidad, pero también la seguridad de la promesa divina.
En los días siguientes, David reunió a los líderes de Israel: los jefes de las tribus, los comandantes del ejército y los sacerdotes.
—Hermanos —anunció—, el Señor nos ha dado paz en nuestras fronteras, y ahora es el momento de consagrar nuestros recursos para Su gloria. ¿Quién de ustedes está dispuesto a ofrendar para la casa de Dios?
Los príncipes y los hombres poderosos se levantaron, trayendo collares de oro, joyas y talentos de plata. La generosidad del pueblo fue tan grande que pronto los almacenes reales rebosaban de riquezas.
Finalmente, David alzó sus manos hacia el cielo en oración:
—Bendito seas, oh Señor, Dios de Israel, que guardas Tu pacto con los que te aman. Dame a mi hijo un corazón perfecto para guardar Tus mandamientos y terminar esta obra santa.
Y así, con fe y devoción, David preparó todo para que Salomón cumpliera el sueño de construir el templo. No con espadas ni con guerra, sino con sabiduría, obediencia y adoración, se levantaría la morada del Dios de Israel.
Y el Señor, desde los cielos, sonreía ante la fidelidad de Su siervo.