El Fin del Diluvio y la Promesa de Dios (Note: Since the original title provided fits within the 100-character limit and meets all the requirements—no symbols, no quotes—it can be used as-is. If you’d prefer a shorter variation, here are a few options under 100 chars:) 1. **Noé y el Pacto del Arcoíris** (22 chars) 2. **El Diluvio Termina con una Promesa** (32 chars) 3. **La Promesa de Dios Tras el Diluvio** (33 chars) 4. **El Arca, Noé y el Nuevo Comienzo** (32 chars) Let me know if you’d like further adjustments!
**El Fin del Diluvio y la Promesa de Dios**
Los días del gran diluvio habían sido largos y terribles. Durante cuarenta días y cuarenta noches, las aguas cayeron sin cesar sobre la tierra, cubriendo montañas y arrasando todo lo que encontraban a su paso. Pero ahora, al fin, la ira de Dios se había calmado, y las aguas comenzaban a retroceder.
Dentro del arca, Noé y su familia aguardaban con paciencia, escuchando el crujir de la madera y el sonido lejano de las aguas que se retiraban. Los animales, que antes se agitaban en el encierro, ahora parecían más tranquilos, como si supieran que pronto pisarían tierra firme otra vez.
Pasaron muchos días antes de que el arca dejara de mecerse sobre las aguas. Un día, con un suave golpe, la enorme embarcación se detuvo. Había encallado sobre los montes de Ararat, sus vigas descansando por fin sobre algo sólido. Pero aún no era tiempo de salir. Noé esperó, confiando en que Dios le daría una señal.
Transcurrieron semanas, y las aguas siguieron bajando poco a poco. Hasta que un día, Noé decidió abrir una pequeña ventana del arca y soltó un cuervo. El ave negra salió volando, yendo y viniendo, pero no encontró lugar donde posarse, pues la tierra aún no estaba seca. Luego, Noé envió una paloma, esperando que regresara con alguna señal. La paloma voló hasta cansarse y, al no hallar donde descansar, regresó al arca. Noé extendió su mano y la recibió de vuelta, guardándola con cuidado.
Siete días más tarde, volvió a enviar a la paloma. Esta vez, la espera fue más larga. Cuando el sol comenzaba a ocultarse, la paloma regresó, trayendo en su pico una hoja de olivo recién arrancada. ¡Era una señal clara! La tierra estaba reviviendo, y las plantas comenzaban a brotar de nuevo. Noé sonrió, sintiendo en su corazón que la misericordia de Dios estaba obrando.
Aún así, Noé no se apresuró. Esperó otros siete días y envió de nuevo a la paloma. Esta vez, el ave no regresó. Era la confirmación que necesitaba: las aguas se habían retirado lo suficiente como para que la vida siguiera su curso.
Finalmente, Dios habló a Noé, diciendo:
—Sal del arca, tú, tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos. Saca también todos los animales que están contigo, para que se multipliquen y llenen la tierra.
Con reverencia, Noé obedeció. Abrió las grandes puertas del arca, y por primera vez en más de un año, la luz del sol entró sin obstáculos. El aire fresco llenó sus pulmones, y la familia de Noé, junto con todos los animales, salieron con cautela, pisando tierra seca.
Noé, agradecido, construyó un altar al Señor y tomó de los animales limpios que Dios le había mandado guardar. Allí ofreció sacrificios, quemándolos como aroma grato a los ojos del Señor. Y Dios, oliendo aquel sacrificio de fe, decidió en su corazón no volver a maldecir la tierra por causa del hombre, a pesar de que la inclinación del corazón humano es mala desde su juventud.
Entonces, el Señor bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles:
—Sean fecundos, multiplíquense y llenen la tierra.
Y como señal de su pacto, Dios puso un arcoíris en las nubes, prometiendo que nunca más destruiría toda vida con un diluvio. Cada vez que las nubes cubrieran el cielo y el arcoíris apareciera, sería un recordatorio eterno de la misericordia y fidelidad de Dios hacia su creación.
Así, con la tierra renovada y la promesa divina resonando en sus corazones, Noé y su familia comenzaron una nueva era, bajo la mirada protectora del Dios que había salvado a los justos en medio del juicio.