Biblia Sagrada

El Arrepentimiento y Restauración de Israel (96 characters)

**El Arrepentimiento del Pueblo de Israel**

En los días de Esdras, el escriba y sacerdote fiel, el pueblo de Israel enfrentó una gran prueba. Después de regresar del exilio en Babilonia, muchos hombres de Israel, incluyendo líderes y sacerdotes, habían tomado mujeres extranjeras de los pueblos paganos de Canaán, desobedeciendo el mandato claro del Señor. Estas uniones no solo eran una violación de la ley mosaica, sino que también amenazaban con corromper la pureza espiritual de la nación, arrastrándola de nuevo hacia la idolatría y el pecado.

Una tarde, mientras Esdras oraba en el atrio del templo, postrado ante Dios con el rostro en tierra, un grupo de hombres, mujeres y niños se reunió a su alrededor. El dolor en su corazón era tan grande que rasgó su túnica y se arrancó los cabellos de la cabeza y la barba. Entre lágrimas y gemidos, clamaba:

—¡Oh Señor, Dios de Israel, hemos pecado gravemente contra ti! A pesar de tu bondad al permitirnos regresar a nuestra tierra, hemos quebrantado tus mandamientos. ¿Cómo podremos presentarnos ante ti con tal culpa?

El pueblo, al ver la angustia de Esdras, comenzó a temblar. La convicción del Espíritu Santo cayó sobre ellos, y pronto, uno a uno, cayeron de rodillas, uniéndose al lamento. Entre la multitud se levantó un hombre llamado Secanías, hijo de Jehiel, quien con voz quebrantada dijo:

—Hemos pecado al casarnos con mujeres extranjeras, pero aún hay esperanza para Israel. Hagamos un pacto delante del Señor: apartémonos de estas mujeres y de los hijos nacidos de ellas, conforme al consejo de Esdras y de los que temen los mandamientos de nuestro Dios. ¡Que se haga según la ley!

Esdras, al escuchar estas palabras, se levantó con determinación. Extendió su mano hacia los cielos y juró delante de todos que actuarían conforme a la voluntad de Dios. Inmediatamente, convocó a todos los exiliados en Jerusalén para que se reunieran en tres días en la plaza del templo. Quien no acudiera, perdería sus bienes y sería expulsado de la asamblea de los repatriados.

**El Día del Juicio**

Al tercer día, mientras una lluvia torrencial caía sobre Jerusalén, el pueblo se congregó temblando, no por el frío, sino por el peso de su pecado. Las calles estaban llenas de hombres, mujeres y niños, algunos llorando, otros en silencio, sabiendo que el momento de la decisión había llegado. Esdras, vestido con sus ropas sacerdotales, se puso en pie y alzó su voz:

—¡Pueblo de Israel, vosotros habéis transgredido al tomar mujeres extranjeras, añadiendo culpa sobre Israel! Ahora, pues, confesad vuestro pecado al Señor y haced su voluntad: separaos de los pueblos paganos y de las mujeres extranjeras.

Un murmullo recorrió la multitud. Algunos bajaron la cabeza en vergüenza, otros clamaron en arrepentimiento. Uno a uno, los jefes de las familias se acercaron, jurando delante de Dios que despedirían a sus esposas paganas y a los hijos nacidos de ellas. Se formó una asamblea solemne para investigar cada caso, y durante meses, los ancianos y jueces escucharon testimonio tras testimonio.

**La Restauración**

Fue un tiempo de dolor, pero también de purificación. Muchas mujeres y sus hijos fueron despedidos, no por odio, sino por obediencia al pacto con Dios. El pueblo entendió que la santidad requería sacrificio. Aunque las lágrimas eran abundantes, la paz del Señor comenzó a restaurar a Israel.

Esdras, viendo la fidelidad del pueblo, ofreció sacrificios de expiación en el altar. El humo del holocausto ascendió al cielo como señal de reconciliación. Y así, Israel volvió a caminar en los estatutos del Señor, recordando que la obediencia es mejor que el sacrificio, y la fidelidad, más valiosa que el amor pasajero.

Y desde aquel día, el nombre de Dios fue glorificado en Jerusalén, porque su pueblo había elegido volver a Él con todo su corazón.

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