Biblia Sagrada

La Justicia del Rey Eliab

**La Sabiduría de un Rey Justo**

En los días antiguos, cuando los reinos se extendían por la tierra y los hombres buscaban la justicia bajo el sol, hubo un rey llamado Eliab, quien gobernaba una ciudad próspera junto a un río caudaloso. Eliab era conocido por su sabiduría y su temor a Dios, pues desde joven había meditado en los proverbios de Salomón y había aprendido que «el corazón del rey es como un arroyo en manos del Señor; Él lo dirige a donde quiere» (Proverbios 21:1).

Un día, mientras Eliab caminaba por los jardines de su palacio, observó a un grupo de campesinos que llegaban a la ciudad con rostros afligidos. Sus ropas estaban rasgadas, y sus manos mostraban las marcas del trabajo duro. El rey, compadecido, los llamó y les preguntó: «¿Qué os aflige, hijos míos? ¿Por qué venís con tanta tristeza a la casa de vuestro rey?»

Uno de ellos, un hombre mayor llamado Caleb, se adelantó y dijo: «Oh, rey, vivimos en las tierras del norte, donde el suelo es fértil y los viñedos dan fruto en abundancia. Pero un hombre poderoso, llamado Nabal, ha tomado nuestras tierras por la fuerza. Nos ha quitado nuestras cosechas y nos ha dejado sin sustento. Hemos venido a buscar justicia, porque sabemos que tú temes al Señor y que no permites que la maldad prevalezca en tu reino».

Eliab escuchó con atención y recordó las palabras de Proverbios 21:3: «Hacer justicia y derecho es más agradable al Señor que los sacrificios». Con un corazón firme, decidió actuar. Mandó llamar a Nabal y a los ancianos de la ciudad para que comparecieran ante él en el gran salón del palacio.

Al día siguiente, el salón se llenó de gente. Nabal, un hombre robusto y de mirada altiva, llegó con un séquito de sirvientes. Los campesinos, en cambio, se mantuvieron humildes, confiando en la justicia del rey. Eliab se sentó en su trono, adornado con símbolos de sabiduría y rectitud, y comenzó a hablar.

«Nabal», dijo el rey, «se te acusa de haber tomado las tierras de estos hombres y de haberlos dejado sin sustento. ¿Qué tienes que decir en tu defensa?»

Nabal, con voz arrogante, respondió: «Oh, rey, estas tierras me pertenecen por derecho. Yo las he trabajado y las he hecho prosperar. Estos hombres son perezosos y no merecen lo que no han ganado».

Los campesinos bajaron la cabeza, pero Caleb, con valentía, dijo: «Rey Eliab, nuestras manos están callosas por el trabajo, y nuestras espaldas están dobladas por el esfuerzo. Nabal nos ha robado lo que es nuestro, y ha mentido ante ti».

El rey, recordando Proverbios 21:15, que dice: «Cuando se hace justicia, el justo se alegra, pero los malhechores tiemblan», decidió investigar más. Mandó llamar a los testigos de la región y descubrió que Nabal había sobornado a los funcionarios locales para que le dieran las tierras. Además, había amenazado a los campesinos para que no hablaran.

Con el corazón pesaroso por la maldad de Nabal, Eliab pronunció su veredicto: «Nabal, has actuado con engaño y avaricia. Has oprimido a los débiles y has deshonrado el nombre del Señor. Por tanto, devolverás las tierras a estos hombres y les darás una parte de tus cosechas como compensación por el daño que les has causado. Además, pagarás una multa al tesoro del reino para que se use en ayudar a los necesitados».

Nabal, al escuchar esto, palideció. Sabía que no podía contradecir al rey, cuya sabiduría era conocida en toda la tierra. Con resignación, aceptó el castigo y se retiró del salón, mientras los campesinos alababan a Dios y agradecían al rey por su justicia.

Eliab, al ver la alegría en los rostros de los campesinos, recordó Proverbios 21:21: «El que sigue la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra». Con un corazón agradecido, oró en silencio: «Señor, guía mis pasos para que siempre busque hacer tu voluntad y no la mía».

Desde ese día, el reino de Eliab prosperó aún más, porque el pueblo sabía que su rey temía a Dios y gobernaba con justicia. Y así, la sabiduría de los proverbios se cumplió en la vida de aquellos que buscaron honrar al Señor en todo lo que hicieron.

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