**El Juicio de las Naciones y la Caída de Edom**
En los días antiguos, cuando los reinos de la tierra se levantaban y caían según la voluntad del Altísimo, el profeta Isaías recibió una palabra del Señor. Era un mensaje solemne, cargado de advertencias y juicio, dirigido no solo a Israel, sino a todas las naciones de la tierra. Esta palabra fue registrada en el capítulo 34 del libro de Isaías, un pasaje que describe con vívidos detalles el día de la venganza de Dios y la caída de aquellos que se oponen a Su justicia.
El profeta comenzó su relato con un llamado a toda la tierra: «Acercaos, naciones, para oír; y vosotros, pueblos, escuchad. Preste atención la tierra y cuanto hay en ella, el mundo y todo lo que produce.» (Isaías 34:1). Era una convocatoria universal, un llamado a que todos, desde los reyes hasta los más humildes, prestaran atención a lo que el Señor estaba a punto de revelar.
Isaías continuó describiendo la ira de Dios que se desataría sobre las naciones. «Porque la ira del Señor está contra todas las naciones, y su furor contra todos sus ejércitos. Los ha destinado a la destrucción, los ha entregado a la matanza.» (Isaías 34:2). El profeta pintó un cuadro aterrador: ejércitos enteros caerían bajo el juicio divino, y la tierra se llenaría de cadáveres. Los montes se empaparían con la sangre de los caídos, y los cielos se enrollarían como un pergamino, simbolizando el fin de un orden y el comienzo de algo nuevo bajo el gobierno de Dios.
Pero el foco principal de este juicio recayó sobre Edom, el antiguo enemigo de Israel. Edom, descendiente de Esaú, había sido un pueblo orgulloso y hostil hacia el pueblo de Dios. Habían aprovechado cada oportunidad para oprimir a Israel, y su corazón estaba lleno de odio y desprecio. Por eso, el Señor declaró: «Mi espada se ha embriagado en el cielo; he aquí, descenderá sobre Edom en juicio, sobre el pueblo que he destinado a la destrucción.» (Isaías 34:5).
La descripción del juicio sobre Edom fue gráfica y llena de simbolismo. Isaías habló de una espada bañada en sangre, de sacrificios en Bosra, una de las ciudades principales de Edom, y de la tierra convertida en un desierto. «Los ríos de Edom se convertirán en brea, y su polvo en azufre; su tierra será como brea ardiente.» (Isaías 34:9). El profeta pintó un cuadro de desolación total: no quedaría nada de la gloria pasada de Edom. Sus palacios y fortalezas serían reducidos a ruinas, y su tierra sería habitada por criaturas del desierto, como buitres, erizos y chacales.
Isaías continuó describiendo cómo la tierra de Edom se convertiría en un lugar de tinieblas y confusión. «Allí anidarán las lechuzas, y los avestruces tendrán su morada. Las hienas se encontrarán con los chacales, y los sátiros se llamarán unos a otros.» (Isaías 34:14-15). Estas criaturas, consideradas impuras y asociadas con la desolación, serían los únicos habitantes de lo que una vez fue un reino poderoso. El profeta enfatizó que este juicio no era arbitrario, sino que era el resultado directo de la rebelión de Edom contra Dios y Su pueblo.
Pero el mensaje de Isaías no terminó con la destrucción. Al final del capítulo, el profeta dejó una nota de esperanza. Aunque Edom sería completamente destruido, el juicio de Dios no era el final de la historia. En los capítulos siguientes, Isaías hablaría de la restauración de Israel y de la venida del Mesías, quien traería consigo un reino de paz y justicia. El juicio sobre Edom era un recordatorio de que Dios es soberano sobre todas las naciones y que, al final, Su justicia prevalecerá.
Así, el capítulo 34 de Isaías se convierte en un poderoso recordatorio de la santidad y la justicia de Dios. Nos muestra que Él no pasa por alto el pecado, especialmente cuando este se manifiesta en la opresión y el odio hacia Su pueblo. Pero también nos recuerda que, incluso en medio del juicio, hay esperanza para aquellos que se vuelven a Él con un corazón contrito y humillado.
Y así, la palabra del Señor a través de Isaías resonó a través de los siglos, recordándonos que el día de la venganza de Dios llegará, pero que también hay un camino de redención para todos los que buscan refugio en Él.