Biblia Sagrada

La rivalidad y bendición entre Lea y Raquel en Harán

En los días en que Jacob habitaba en la tierra de Harán, sirviendo a su suegro Labán, ocurrió una serie de eventos que marcaron profundamente la vida de su familia. Jacob había tomado por esposas a las dos hijas de Labán: Lea y Raquel. Sin embargo, aunque amaba a Raquel con todo su corazón, Lea había sido la primera en ser dada en matrimonio a Jacob, según las costumbres de aquel tiempo. Esta situación había creado tensiones y rivalidades entre las hermanas, especialmente porque Raquel era estéril, mientras que Lea había dado a luz varios hijos.

Un día, Raquel, desesperada por no poder concebir, se acercó a Jacob con lágrimas en los ojos y le dijo: «¡Dame hijos, o si no, moriré!». Jacob, sintiendo el dolor de su amada esposa, respondió con frustración: «¿Acaso estoy yo en lugar de Dios, que te impide concebir?». Aunque Jacob amaba a Raquel, sabía que solo el Señor podía abrir su vientre.

Raquel, decidida a tener descendencia, siguió el ejemplo de Sara, la esposa de Abraham, y le dijo a Jacob: «He aquí mi sierva Bilha; entra a ella, y dará a luz sobre mis rodillas, y yo también tendré hijos por medio de ella». Jacob accedió a la petición de Raquel, y Bilha concibió y dio a luz un hijo. Raquel, llena de alegría, exclamó: «Dios ha juzgado mi causa, y también ha escuchado mi voz, dándome un hijo». Por eso, llamó al niño Dan, que significa «juicio».

Pero la historia no terminó allí. Bilha volvió a concebir y dio a luz un segundo hijo. Raquel, viendo la bendición de Dios en su vida, dijo: «Con luchas de Dios he luchado con mi hermana, y he vencido». Y llamó al niño Neftalí, que significa «mi lucha».

Mientras tanto, Lea, al ver que había dejado de dar a luz, decidió seguir el ejemplo de su hermana. Tomó a su sierva Zilpa y se la dio a Jacob como esposa. Zilpa concibió y dio a luz un hijo. Lea, al ver la nueva bendición en su hogar, exclamó: «¡Qué buena ventura!». Y llamó al niño Gad, que significa «buena fortuna».

Zilpa concibió nuevamente y dio a luz un segundo hijo. Lea, llena de gratitud, dijo: «Para mi dicha, porque las mujeres me llamarán dichosa». Y llamó al niño Aser, que significa «felicidad».

En aquel tiempo, Rubén, el primogénito de Lea, salió al campo durante la cosecha de trigo y encontró unas mandrágoras. Las mandrágoras eran plantas muy valoradas en aquella época, pues se creía que tenían propiedades que ayudaban a la fertilidad. Rubén llevó las mandrágoras a su madre Lea. Raquel, al enterarse de esto, le rogó a Lea: «Te ruego que me des algunas de las mandrágoras de tu hijo». Pero Lea, sintiéndose menospreciada, respondió con firmeza: «¿No te basta con haberme quitado a mi marido? ¿Quieres también quitarme las mandrágoras de mi hijo?». Raquel, desesperada, propuso un trato: «Pues bien, que Jacob duerma contigo esta noche a cambio de las mandrágoras de tu hijo». Lea aceptó el acuerdo.

Esa noche, cuando Jacob regresó del campo, Lea salió a su encuentro y le dijo: «Entrarás a mí, porque te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo». Y Jacob durmió con Lea aquella noche. Dios escuchó las oraciones de Lea, y ella concibió y dio a luz un quinto hijo. Al nacer el niño, Lea exclamó: «Dios me ha dado mi recompensa, porque di mi sierva a mi marido». Y llamó al niño Isacar, que significa «recompensa».

Lea concibió nuevamente y dio a luz un sexto hijo. Con gran alegría, dijo: «Dios me ha dado una buena dote; ahora mi marido habitará conmigo, porque le he dado seis hijos». Y llamó al niño Zabulón, que significa «habitación».

Finalmente, Dios recordó a Raquel. Escuchó sus súplicas y abrió su vientre. Ella concibió y dio a luz un hijo. Con lágrimas de gratitud, exclamó: «Dios ha quitado mi afrenta». Y llamó al niño José, que significa «añada», diciendo: «Añádame Jehová otro hijo».

Así, la familia de Jacob creció, y cada hijo nacido fue una muestra de la providencia y el cuidado de Dios. Aunque hubo rivalidades y tensiones entre las hermanas, Dios obró en medio de sus circunstancias, cumpliendo sus propósitos y preparando el camino para la formación de las doce tribus de Israel. Cada nombre dado a los hijos reflejaba la fe, la lucha y la esperanza de sus madres, recordándonos que, incluso en medio de las dificultades, Dios está obrando para bien de aquellos que le aman.

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divinación, y la obstinación es como la iniquidad y la idolatría. Porque tú has rechazado la palabra de Jehová, él también te ha rechazado a ti para que no seas rey. Y Saúl dijo a Samuel: He pecado; porque he transgredido el mandamiento de Jehová y tus palabras; porque temía al pueblo y obedecía su voz. Ahora, por favor, perdona mi pecado, y vuelve conmigo, para que adore a Jehová. Y Samuel dijo a Saúl: No volveré contigo; porque has rechazado la palabra de Jehová, y Jehová te ha rechazado para que no seas rey sobre Israel. Y Samuel se volvió para irse; y él echó mano a la orla de su manto, y se rasgó. Y Samuel le dijo: Jehová ha rasgado el reino de Israel de ti hoy, y lo ha dado a un vecino tuyo, que es mejor que tú. Y además, el que es la Gloria de Israel no mentirá ni se arrepentirá, porque no es un hombre para que se arrepienta. Entonces Saúl dijo: He pecado; aun así, honra delante de los ancianos de mi pueblo y delante de Israel, y vuelve conmigo, para que adore a Jehová tu Dios. Entonces Samuel volvió tras Saúl; y Saúl adoró a Jehová. Entonces Samuel dijo: Trae aquí a Agag, rey de los amalecitas. Y Agag vino a él alegremente, y Agag dijo: Seguramente la amargura de la muerte ha pasado. Y Samuel dijo: Como tu espada ha hecho que las mujeres se queden sin hijos, así también tu madre será sin hijos entre las mujeres. Y Samuel cortó a Agag en fragmentos delante de Jehová en Gilgal. Entonces Samuel se fue a Ramá; y Saúl subió a su casa en Gabaa de Saúl. Y Samuel no volvió a ver a Saúl hasta el día de su muerte; porque Samuel lloró por Saúl; y Jehová se arrepentía de que hubiera puesto a Saúl por rey sobre Israel. Título: Desobediencia y Consecuencias: El Declive del Rey Saúl