Biblia Sagrada

El Salmo 117: Alabanza Universal en Jerusalén

**El Salmo 117: Un Canto de Alabanza Universal**

En los días antiguos, cuando las naciones de la tierra estaban sumidas en la oscuridad de la idolatría y el pecado, el pueblo de Israel, escogido por Dios, brillaba como una luz en medio de las tinieblas. Era un tiempo en el que el Templo de Jerusalén se alzaba majestuoso en el monte Sión, y los levitas entonaban cánticos de alabanza al Señor, recordando a todos las maravillas de Su misericordia y fidelidad. Entre los salmos que resonaban en aquellos muros sagrados, había uno breve pero poderoso: el Salmo 117.

Este salmo, aunque corto en palabras, era profundo en significado. Decía así: *»Alabad al Señor, naciones todas; pueblos todos, alabadle. Porque grande es su misericordia para con nosotros, y la fidelidad del Señor es eterna. ¡Aleluya!»* (Salmo 117:1-2). Estas palabras no solo eran un llamado a Israel, sino a todas las naciones de la tierra, un recordatorio de que el amor de Dios no tenía fronteras.

En una pequeña aldea cerca de Jerusalén, vivía un hombre llamado Ezequías. Era un escriba dedicado a copiar las Escrituras, y el Salmo 117 había capturado su corazón desde la primera vez que lo escuchó. Ezequías meditaba en estas palabras día y noche, preguntándose cómo podía el mensaje de este salmo llegar a los confines de la tierra. Un día, mientras caminaba por los campos de trigo, tuvo una visión.

En su visión, Ezequías vio a un grupo de viajeros que llegaban a Jerusalén desde tierras lejanas. Eran hombres y mujeres de diferentes razas y lenguas, vestidos con ropas exóticas y portando regalos. Entre ellos había un joven llamado Témo, originario de una tierra más allá del río Éufrates. Témo había escuchado hablar del Dios de Israel a través de mercaderes que viajaban por la Ruta de la Seda. Intrigado por las historias de un Dios que amaba a todas las naciones, decidió emprender el viaje hacia Jerusalén para conocer más.

Al llegar a la ciudad santa, Témo quedó maravillado por la belleza del Templo y la devoción del pueblo. Se unió a una multitud que escuchaba a los levitas cantar el Salmo 117. Aunque no entendía completamente el hebreo, las palabras *»Alabad al Señor, naciones todas»* resonaron en su corazón como un llamado personal. En ese momento, Témo sintió que el Dios de Israel lo estaba invitando a ser parte de Su pueblo, no por su origen, sino por Su misericordia.

Ezequías, que estaba presente en el Templo aquel día, se acercó a Témo y le explicó el significado del salmo. Le habló de la grandeza de la misericordia de Dios, que se extiende a todos los pueblos, y de Su fidelidad, que permanece para siempre. Témo, con lágrimas en los ojos, decidió entregar su vida al Dios de Israel. Fue bautizado en las aguas del río Jordán y se unió a la comunidad de creyentes.

Con el tiempo, Témo regresó a su tierra natal, llevando consigo una copia del Salmo 117 que Ezequías le había obsequiado. Allí, compartió el mensaje de alabanza y misericordia con su pueblo, y muchos comenzaron a adorar al Dios verdadero. Así, el Salmo 117, que había sido cantado en Jerusalén, comenzó a resonar en tierras lejanas, cumpliendo su propósito de llamar a todas las naciones a alabar al Señor.

Años más tarde, Ezequías, ya anciano, recibió noticias de que el mensaje del Salmo 117 había llegado hasta los confines de la tierra. Sonrió al pensar en cómo Dios había usado aquellas pocas palabras para transformar vidas y unir a pueblos distantes en una misma alabanza. Recordó las palabras del profeta Isaías: *»Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos»* (Isaías 56:7), y supo que el Salmo 117 era un anticipo de ese glorioso día.

Y así, el Salmo 117, el más breve de todos los salmos, se convirtió en un poderoso recordatorio de que el amor de Dios no conoce límites, y que Su fidelidad es eterna. Desde las colinas de Judea hasta los desiertos de Arabia, desde las costas del Mediterráneo hasta las tierras más remotas, el llamado a alabar al Señor continuó resonando, invitando a todas las naciones a unirse en un cántico de gratitud y adoración.

**Fin.**

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