**La Ley de Justicia y Misericordia**
En aquellos días, cuando Moisés descendió del monte Sinaí con las tablas de la ley en sus manos, el pueblo de Israel se congregó alrededor del tabernáculo para escuchar las palabras que el Señor había dado. El aire estaba cargado de solemnidad, y el resplandor del rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios. Entre las leyes que el Señor había establecido, se encontraban las ordenanzas sobre los siervos, la justicia y la restitución, escritas en Éxodo 21. Estas leyes no solo buscaban establecer orden, sino también reflejar el corazón compasivo y justo de Dios.
Moisés comenzó a hablar con voz firme y clara: «Escuchen, pueblo de Israel, las palabras del Señor. Estas son las leyes que Él ha establecido para que vivan en justicia y misericordia.»
**El siervo hebreo**
«Si alguno de ustedes compra un siervo hebreo,» continuó Moisés, «este servirá por seis años, pero al séptimo año será liberado sin pagar nada. Así lo ha ordenado el Señor, pues Él los liberó de la esclavitud en Egipto y desea que traten a sus siervos con justicia.»
El pueblo asintió en silencio, recordando cómo Dios los había sacado de la opresión con mano poderosa. Moisés prosiguió: «Si el siervo llegó solo, saldrá solo; pero si llegó con esposa, su esposa saldrá con él. Sin embargo, si el amo le dio una esposa y ella le dio hijos o hijas, la mujer y los hijos pertenecerán al amo, y el siervo saldrá solo. Pero si el siervo declara: ‘Amo a mi esposa y a mis hijos, no quiero salir libre’, entonces su amo lo llevará ante los jueces, lo acercará a la puerta o al poste de la casa, y le perforará la oreja con una lezna. Así será su siervo para siempre.»
El pueblo escuchaba con atención, comprendiendo que esta ley no solo regulaba la servidumbre, sino que también reflejaba el valor de las relaciones familiares y la libertad de elección.
**La justicia en caso de violencia**
Moisés continuó con voz solemne: «Si alguien golpea a otro y este muere, ciertamente será condenado a muerte. Pero si no hubo premeditación, sino que Dios permitió que su mano cayera sobre el otro, yo les designaré un lugar al cual pueda huir.»
El pueblo murmuró, recordando cómo Dios había protegido a Caín después de matar a Abel, aunque también lo había castigado. Moisés añadió: «Sin embargo, si alguien actúa con malicia y mata a su prójimo a traición, incluso de mi altar lo arrancarás para que muera.»
La severidad de la ley dejó claro que la vida humana era sagrada ante los ojos de Dios. Moisés continuó: «El que golpee a su padre o a su madre será condenado a muerte. Y el que secuestre a alguien, ya sea para venderlo o para retenerlo, también morirá.»
**Leyes sobre lesiones y restitución**
Moisés levantó las manos para enfatizar sus palabras: «Si dos hombres pelean y uno golpea al otro con una piedra o con el puño, pero no lo mata, y este debe guardar cama, el agresor pagará por la pérdida de tiempo y cubrirá todos los gastos de su curación.»
El pueblo comprendió que la justicia no solo buscaba castigar, sino también restaurar. Moisés continuó: «Si un hombre golpea a su siervo o a su sierva con un palo y este muere bajo su mano, ciertamente será castigado. Pero si el siervo sobrevive uno o dos días, no será castigado, porque es propiedad suya.»
Aunque esta ley parecía dura, el pueblo entendió que buscaba proteger la vida incluso de los siervos, pues Dios valora a todos por igual.
**Leyes sobre daños a la propiedad**
Moisés miró al pueblo y dijo: «Si un buey cornea a un hombre o a una mujer, y este muere, el buey será apedreado, y no se comerá su carne. Pero el dueño del buey será absuelto. Sin embargo, si el buey ya había corneado antes y su dueño fue advertido pero no lo vigiló, y el buey mata a alguien, tanto el buey como su dueño morirán.»
El pueblo asintió, comprendiendo que la negligencia tenía consecuencias. Moisés añadió: «Si el buey cornea a un siervo o a una sierva, el dueño pagará treinta siclos de plata al amo del siervo, y el buey será apedreado.»
**Leyes sobre responsabilidad**
Moisés continuó: «Si alguien abre un pozo o cava uno y no lo tapa, y un buey o un asno cae en él, el dueño del pozo pagará el valor del animal al dueño, pero el animal muerto será suyo.»
El pueblo comprendió que estas leyes buscaban fomentar la responsabilidad y el cuidado por los demás. Moisés concluyó: «Si el buey de alguien cornea al buey de otro y este muere, venderán el buey vivo y se repartirán el dinero, y también repartirán el buey muerto. Pero si se sabía que el buey era propenso a cornear y su dueño no lo vigiló, este pagará buey por buey, y el buey muerto será suyo.»
El pueblo guardó silencio, meditando en las palabras de Moisés. Estas leyes no solo establecían justicia, sino que también reflejaban el carácter de Dios: justo, misericordioso y preocupado por el bienestar de todos, incluso de los más vulnerables.
Moisés bajó del estrado, y el pueblo se dispersó, llevando consigo las palabras del Señor. Sabían que, al seguir estas leyes, no solo vivirían en orden, sino que también honrarían al Dios que los había liberado y los guiaba con amor y justicia.