Biblia Sagrada

El Pueblo Elegido: Santidad en la Vida Diaria

**El Pueblo Elegido y la Santidad en la Vida Diaria**

En aquellos días, cuando el pueblo de Israel acampaba en las llanuras de Moab, a las puertas de la Tierra Prometida, Moisés, el siervo de Dios, reunió a toda la congregación para recordarles las palabras que el Señor les había dado. El sol brillaba intensamente sobre el desierto, y las tiendas de las doce tribus se extendían como un mar de colores bajo el cielo azul. El aire estaba lleno de expectación, pues sabían que pronto cruzarían el Jordán para poseer la tierra que Dios les había prometido a sus padres.

Moisés, con su barba blanca y su rostro iluminado por la presencia divina, se levantó sobre una roca alta para que todos pudieran verlo y escucharlo. Con voz firme y llena de autoridad, comenzó a hablar:

—Escuchen, hijos de Israel, ustedes son un pueblo santo para el Señor su Dios. Él los ha escogido de entre todas las naciones de la tierra para ser su posesión preciosa. Por eso, deben vivir de una manera que refleje su santidad en todo lo que hagan.

El pueblo guardó silencio, y los corazones de todos se llenaron de reverencia al escuchar estas palabras. Moisés continuó:

—Hoy les hablaré de cómo deben vivir en su vida diaria, incluso en lo que comen y beben. Porque la santidad no es solo algo que se practica en el templo o en los días de fiesta, sino en cada momento de sus vidas.

**Las Leyes sobre los Alimentos**

Moisés extendió sus manos hacia el cielo y dijo:

—El Señor les ha dado instrucciones claras sobre qué animales pueden comer y cuáles deben evitar. Entre los animales de la tierra, pueden comer aquellos que tienen la pezuña partida y que rumian. El ganado, las ovejas y las cabras son limpios para ustedes. Pueden comer su carne y usar su lana para vestirse. Pero eviten comer animales que no cumplan con estas características, como el cerdo, que aunque tiene la pezuña partida, no rumia. Este animal es impuro para ustedes.

El pueblo asintió con solemnidad, recordando las veces que habían visto a otras naciones comer lo que a ellos les estaba prohibido. Moisés continuó:

—En cuanto a los animales del agua, pueden comer aquellos que tienen aletas y escamas. Los peces como la tilapia y la carpa son limpios para ustedes. Pero eviten todo lo que no tenga aletas y escamas, como los mariscos y los crustáceos. Estos son impuros.

Los niños, que estaban sentados en primera fila, miraron a sus padres con curiosidad, preguntándose por qué Dios había establecido estas reglas. Moisés, como si leyera sus pensamientos, explicó:

—Estas leyes no son arbitrarias, hijos míos. Son para recordarles que ustedes son diferentes, separados para Dios. Cada vez que eligen obedecer estas instrucciones, están declarando que pertenecen al Señor y que desean vivir en santidad.

**Las Aves y los Insectos**

Luego, Moisés señaló hacia el cielo, donde varias aves volaban en círculos.

—En cuanto a las aves, eviten comer aquellas que son de rapiña o carroñeras, como el águila, el buitre y el cuervo. Estas aves se alimentan de lo que está muerto y son impuras. En cambio, pueden comer aves como la paloma y la codorniz, que son limpias.

Algunos de los hombres más jóvenes, que eran cazadores, asintieron con la cabeza, recordando las veces que habían tenido que dejar ir a un ave porque no era apta para comer. Moisés continuó:

—Y en cuanto a los insectos, pueden comer aquellos que tienen patas para saltar, como los saltamontes y los grillos. Pero eviten todos los demás insectos que se arrastran por el suelo.

**La Separación de lo Impuro**

Moisés hizo una pausa y miró fijamente al pueblo. Su voz se volvió más solemne:

—Recuerden, hijos de Israel, que no deben tocar los cadáveres de los animales impuros. Si encuentran un animal muerto que no es apto para comer, no lo toquen. Manténganse puros, porque ustedes son un pueblo santo para el Señor su Dios.

El pueblo murmuró en señal de acuerdo, recordando las veces que habían tenido que evitar tocar algo impuro para mantenerse limpios ante Dios.

**El Diezmo y la Alegría en la Presencia de Dios**

Moisés bajó de la roca y caminó entre el pueblo, colocando sus manos sobre los hombros de algunos de los ancianos.

—Pero la santidad no se trata solo de lo que evitan, sino también de lo que hacen en obediencia a Dios. Cada año, deben apartar una décima parte de todo lo que produzcan: grano, vino, aceite y los primogénitos de sus rebaños. Lleven estos diezmos al lugar que el Señor escoja para habitar, y allí lo comerán en su presencia, junto con sus familias. Esto les recordará que todo lo que tienen viene de Dios y que Él es quien los sostiene.

Los rostros del pueblo se iluminaron al escuchar esto, pues sabían que estas celebraciones eran momentos de gran gozo y comunión con Dios. Moisés sonrió y añadió:

—Y si el lugar que el Señor escoja está demasiado lejos para llevar sus diezmos, pueden venderlos y llevar el dinero. Luego, compren lo que deseen: ganado, ovejas, vino o cerveza, y coman allí en la presencia del Señor. Celebren con alegría, ustedes y sus familias, porque el Señor los ha bendecido.

**Un Pueblo Apartado para Dios**

Finalmente, Moisés regresó a la roca y levantó sus manos hacia el cielo.

—Hijos de Israel, recuerden siempre que son un pueblo apartado para Dios. No imiten las prácticas de las naciones que los rodean. Ustedes son santos, porque el Señor su Dios es santo. Vivan de manera que reflejen su santidad en todo lo que hagan, desde lo que comen hasta cómo adoran. Así, serán una luz para las naciones y un testimonio del poder y la bondad de nuestro Dios.

El pueblo respondió con una sola voz:

—Haremos todo lo que el Señor ha mandado.

Y así, bajo el cielo abierto del desierto, el pueblo de Israel renovó su compromiso de vivir en santidad, recordando que cada detalle de sus vidas era una oportunidad para honrar al Dios que los había rescatado de Egipto y los había hecho su posesión preciosa.

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