Biblia Sagrada

La Nueva Creación en Cristo: Transformación y Esperanza

**La Nueva Creación en Cristo: Una Historia Basada en 2 Corintios 5**

En la antigua ciudad de Corinto, donde el bullicio del mercado se mezclaba con los ecos de las discusiones filosóficas, el apóstol Pablo se sentó en una pequeña habitación iluminada por la tenue luz de una lámpara de aceite. A su alrededor, rollos de pergamino y fragmentos de cartas escritas a las iglesias se amontonaban en desorden. Con una pluma en mano y el corazón lleno del Espíritu Santo, comenzó a escribir una carta a los creyentes de Corinto, una carta que resonaría a través de los siglos.

Pablo sabía que los corintios enfrentaban luchas internas y externas. Algunos dudaban de la resurrección, otros se enredaban en disputas mundanas, y muchos se sentían abrumados por las pruebas de la vida. Pero Pablo, guiado por el Espíritu, quería recordarles una verdad eterna: en Cristo, todo había cambiado.

Con palabras cuidadosamente elegidas, comenzó a describir la gloria de la nueva creación en Cristo. «Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos» (2 Corintios 5:1). Pablo imaginaba la vida terrenal como una tienda de campaña, frágil y temporal, que un día sería reemplazada por una morada eterna en los cielos, construida por las manos mismas de Dios.

Mientras escribía, su mente se llenó de imágenes vívidas. Visualizó a los creyentes, cansados y agobiados por las pruebas de la vida, suspirando por la redención final. «Porque también nosotros, que estamos en este tabernáculo, gemimos con angustia; porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida» (2 Corintios 5:4). Pablo entendía que el anhelo más profundo del corazón humano no era simplemente escapar del sufrimiento, sino ser completamente transformados, revestidos de inmortalidad y gloria.

Con un suspiro, Pablo recordó su propia experiencia en el camino a Damasco, cuando la luz cegadora del cielo lo derribó y la voz de Jesús lo llamó. Desde ese momento, su vida había sido marcada por un propósito claro: vivir para Aquel que lo había rescatado. «Porque por esto trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios vivo, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen» (1 Timoteo 4:10). Pablo sabía que su ministerio no era en vano, porque estaba fundamentado en la esperanza de la resurrección y la vida eterna.

Continuó escribiendo, explicando que la fe en Cristo no era simplemente una creencia intelectual, sino una transformación radical. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17). Pablo imaginaba a los corintios, una vez esclavos del pecado y la vanidad, ahora liberados y renovados por el poder del Evangelio. Sus vidas, antes marcadas por la división y el egoísmo, ahora reflejaban la unidad y el amor de Cristo.

Pero Pablo no se detuvo allí. Sabía que esta nueva creación no era solo para el futuro, sino que debía manifestarse en el presente. «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación» (2 Corintios 5:18). Pablo veía a los creyentes como embajadores de Cristo, llamados a llevar el mensaje de reconciliación a un mundo roto. Cada palabra, cada acción, debía reflejar el amor y la gracia de Dios.

Con un corazón lleno de compasión, Pablo exhortó a los corintios a vivir como siervos fieles, sabiendo que un día comparecerían ante el tribunal de Cristo. «Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo» (2 Corintios 5:10). Esta verdad no era para infundir miedo, sino para inspirar fidelidad y diligencia en el servicio a Dios.

Al final de la carta, Pablo levantó la vista hacia el cielo, como si pudiera vislumbrar la gloria que aguardaba a los creyentes. Sabía que, aunque la vida en la tierra estaba llena de desafíos, la esperanza en Cristo era un ancla firme y segura. «Así que, somos siempre de buen ánimo, y sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista); pero estamos confiados, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor» (2 Corintios 5:6-8).

Con estas palabras, Pablo enrolló el pergamino y lo selló, sabiendo que su mensaje llevaría consuelo, esperanza y desafío a los corazones de los corintios. Y así, en aquella pequeña habitación en Corinto, la verdad de la nueva creación en Cristo fue proclamada una vez más, recordando a todos los creyentes que, en Cristo, el pasado había sido redimido, el presente tenía propósito, y el futuro estaba asegurado en la gloria eterna de Dios.

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