**La Tribu de Dan y la Conquista de Lais**
En aquellos días, cuando no había rey en Israel, cada tribu hacía lo que bien le parecía. La tribu de Dan, una de las doce tribus de Israel, aún no había recibido su herencia de tierra, pues los filisteos y otros pueblos les habían dificultado establecerse en el territorio que les correspondía. Así que los danitas buscaban un lugar donde pudieran habitar en paz.
En ese tiempo, un joven levita llamado Micaías, que no era de la tribu de Dan, había construido un santuario en su casa en la región montañosa de Efraín. Allí, había colocado un ídolo tallado, un efod y otros objetos sagrados, y había consagrado a uno de sus hijos como sacerdote. Sin embargo, un día, un levita errante, que buscaba un lugar donde establecerse, llegó a la casa de Micaías. Este levita, originario de Belén de Judá, aceptó quedarse con Micaías y servir como su sacerdote personal, lo que alegró mucho al hombre, quien creía que ahora el Señor lo bendeciría por tener un levita en su casa.
Mientras tanto, los danitas, decididos a encontrar un lugar para establecerse, enviaron a cinco hombres valientes de su tribu para explorar la tierra. Estos hombres partieron de Zora y Estaol, ciudades donde habitaban temporalmente, y llegaron a la casa de Micaías en la región montañosa de Efraín. Al ver al levita y los objetos sagrados, los exploradores le preguntaron: “¿Quién te trajo aquí? ¿Qué haces en este lugar?”. El levita les contó cómo Micaías lo había contratado como sacerdote. Los hombres, intrigados, le pidieron que consultara a Dios para saber si su misión tendría éxito. El levita les respondió: “Vayan en paz, porque el Señor está con ustedes en este viaje”.
Los cinco exploradores continuaron su camino y llegaron a la ciudad de Lais, en el extremo norte de Israel, cerca de Sidón. Allí encontraron un pueblo pacífico y confiado, que vivía sin temor a invasiones. La tierra era fértil y abundante, y los habitantes, aunque eran de origen sidonio, no tenían alianzas con otros pueblos. Los danitas vieron que este lugar era perfecto para establecerse.
Regresaron a Zora y Estaol y contaron a sus hermanos lo que habían visto. “Hemos explorado la tierra y encontramos un lugar excelente. No esperen más; vayamos y tomemos posesión de ella. No será difícil conquistarla, pues el pueblo es confiado y la tierra es rica”, dijeron. Los danitas, animados por el informe, decidieron enviar a seiscientos hombres armados para conquistar Lais.
Antes de partir, los danitas pasaron por la casa de Micaías. Los cinco exploradores les contaron sobre el ídolo, el efod y los objetos sagrados que habían visto. “¿No sería bueno que lleváramos estos objetos con nosotros? Podrían traernos bendición en nuestra misión”, sugirieron. Los seiscientos hombres aceptaron la idea y se dirigieron a la casa de Micaías.
Al llegar, tomaron el ídolo, el efod y los objetos sagrados. El levita, al ver lo que sucedía, les preguntó: “¿Qué están haciendo?”. Los danitas le respondieron: “Cállate y ven con nosotros. Serás nuestro sacerdote y padre espiritual. ¿No es mejor servir a una tribu entera que a un solo hombre?”. El levita, halagado por la oferta, aceptó y se unió a ellos, llevándose los objetos sagrados.
Micaías, al darse cuenta de lo que había sucedido, reunió a algunos vecinos y persiguió a los danitas. Cuando los alcanzó, les gritó: “¡Me han robado mis dioses y a mi sacerdote! ¿Qué más me queda?”. Los danitas, irritados, le respondieron: “No alces la voz contra nosotros, no sea que algunos hombres violentos se enfurezcan y te maten a ti y a tu familia”. Micaías, viendo que no podía hacer nada, regresó a su casa con el corazón apesadumbrado.
Los danitas continuaron su camino hacia Lais. Al llegar, atacaron a los habitantes, que estaban desprevenidos y no esperaban un ataque. Los danitas mataron a todos y quemaron la ciudad. Como no había nadie que viniera en su ayuda, los danitas reconstruyeron la ciudad y la llamaron Dan, en honor a su antepasado. Allí establecieron el ídolo que habían tomado de la casa de Micaías, y el levita y sus descendientes sirvieron como sacerdotes para la tribu de Dan.
Así, la tribu de Dan se estableció en Lais, pero su adoración al ídolo y su desobediencia a los mandamientos de Dios traerían consecuencias en el futuro. Este evento marcó el comienzo de una era de idolatría y desviación espiritual en Israel, recordándonos la importancia de seguir fielmente los caminos del Señor y no confiar en ídolos hechos por manos humanas.