Biblia Sagrada

Lecciones de la Hormiga: El Viaje de Amón hacia la Diligencia y la Devoción

**La historia de Ezequías y la sabiduría de las hormigas**

En los días del rey Ezequías, en la ciudad de Jerusalén, había un hombre llamado Amón, quien era conocido por su pereza y su falta de diligencia. Amón vivía en una casa modesta en las afueras de la ciudad, rodeada de campos de trigo y olivos. Aunque tenía tierras fértiles, rara vez las trabajaba, prefiriendo pasar sus días descansando a la sombra de un gran árbol o charlando con los vecinos en la plaza del mercado. Su vida era cómoda, pero vacía, y su corazón estaba lejos de los caminos de Dios.

Un día, mientras Amón se reclinaba bajo su árbol favorito, escuchó a un grupo de viajeros que pasaban por el camino. Hablaban de las enseñanzas del rey Salomón, el hombre más sabio que jamás había vivido. Uno de ellos mencionó un proverbio que decía: *»Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos y sé sabio»* (Proverbios 6:6). Amón se rió entre dientes, pensando que era absurdo comparar a un hombre con una simple hormiga. Sin embargo, la curiosidad lo llevó a preguntarse qué podía aprender de esas pequeñas criaturas.

Al día siguiente, decidió observar a las hormigas que vivían cerca de su casa. Se sentó en el suelo, cerca de un hormiguero, y comenzó a mirar con atención. Pronto se dio cuenta de que las hormigas no descansaban ni un momento. Trabajaban incansablemente, llevando granos, hojas y otros alimentos al hormiguero. Algunas hormigas incluso ayudaban a otras que llevaban cargas más pesadas, mostrando un espíritu de cooperación y unidad. Amón quedó impresionado por su diligencia y organización.

Mientras observaba, una hormiga se acercó a él, arrastrando un grano de trigo que era varias veces más grande que su propio cuerpo. Amón se sorprendió al ver cómo la pequeña criatura no se rendía, a pesar de la dificultad. La hormiga luchó y luchó, hasta que finalmente logró llevar el grano al hormiguero. En ese momento, Amón sintió una punzada de convicción en su corazón. Se dio cuenta de que, aunque él era mucho más grande y fuerte que una hormiga, no había hecho nada útil con su vida.

Esa noche, Amón no pudo dormir. Las palabras del proverbio resonaban en su mente: *»La hormiga no tiene ni capitán, ni gobernador, ni señor; prepara su comida en el verano y recoge su alimento en el tiempo de la siega»* (Proverbios 6:7-8). Comprendió que las hormigas no necesitaban que nadie las obligara a trabajar; lo hacían por instinto y por sabiduría. Él, en cambio, había desperdiciado su tiempo y sus recursos, esperando que otros hicieran el trabajo por él.

Al día siguiente, Amón decidió cambiar su vida. Se levantó temprano, tomó sus herramientas y comenzó a trabajar en su campo. Aunque al principio le costó acostumbrarse al esfuerzo físico, pronto descubrió que el trabajo duro traía una sensación de satisfacción que nunca antes había experimentado. Plantó semillas, regó los cultivos y cuidó de sus olivos con dedicación. También comenzó a ayudar a sus vecinos, compartiendo su cosecha y colaborando en proyectos comunitarios.

Con el tiempo, Amón se convirtió en un hombre respetado en Jerusalén. Su vida era un testimonio vivo de la sabiduría de Proverbios 6. Ya no era el perezoso que desperdiciaba sus días; ahora era un hombre diligente que entendía el valor del trabajo y la importancia de prepararse para el futuro. Además, su corazón se acercó a Dios, reconociendo que toda sabiduría y fuerza provienen de Él.

Un día, mientras Amón descansaba bajo el mismo árbol donde antes había perdido el tiempo, un grupo de niños se acercó a él. «¿Qué has aprendido, Amón?», le preguntaron. Él sonrió y les dijo: «He aprendido que la sabiduría no siempre viene de los grandes reyes o los libros antiguos. A veces, Dios nos habla a través de las cosas más pequeñas, como una hormiga. Si prestamos atención, podemos aprender lecciones que cambian nuestras vidas».

Y así, la historia de Amón se convirtió en un recordatorio para todos en Jerusalén de que la pereza lleva a la pobreza, pero la diligencia y la sabiduría traen bendición. Como dice el proverbio: *»Un poco de sueño, un poco de dormitar, un poco de cruzar las manos para reposar, y vendrá tu pobreza como un ladrón, y tu necesidad como un hombre armado»* (Proverbios 6:10-11). Amón había escapado de esa trampa, y su vida era ahora un testimonio de la gracia y la sabiduría de Dios.

Y así, la sabiduría de las hormigas, dada por el Creador, continuó enseñando a generaciones futuras sobre la importancia de trabajar con diligencia y confiar en la provisión de Dios.

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