En la época en que Tartán, el general de Senaquerib, rey de Asiria, fue enviado por su señor a Asdod, ciudad filistea en el suroeste de Canaán, una serie de eventos trascendentales comenzaron a desplegarse. La misión de Tartán era conquistar Asdod, siguiendo los deseos de su rey. Senaquerib, cegado por su orgullo y ambición, aspiraba a fortalecer su reinado y acumular más territorios bajo su dictado.
Alrededor del año en que esto ocurrió, el profeta Isaías recibió un mensaje del Señor. Dios le pidió a Isaías que se despojara de su ropa de vestir y sus sandalias. Sin cuartear, el obediente profeta cumplió, mostrando claramente su sumisión a la voluntad divina. Los días pasaron y el profeta recorrió Judá y Jerusalén, desnudo y descalzo, como señal de humildad y obediencia total ante Dios. Este comportamiento inusual fue sucedido por tres años.
El significado detrás del mensaje de Dios y las acciones de Isaías no se revelaría hasta más adelante. A aquellos que observaban, incluyendo los habitantes de Egipto y Cus, podría haberles parecido extraño y desconcertante este particular modo de profetizar de Isaías. Pero más allá de la peculiaridad, este acto tenía un mensaje poderoso, un presagio de lo que estaba por venir.
El tiempo pasó y finalmente, el significado se reveló. El Señor dijo a Isaías: «Así como mi siervo ha andado desnudo y descalzo por tres años, como señal contra Egipto y Cus, así el rey de Asiria llevará a los cautivos de Egipto y los exiliados de Cus, jóvenes y ancianos, desnudos y descalzos, y con el trasero descubierto, para vergüenza de Egipto». La declaración de Dios pintaba un cuadro vívido de lo que iba a venir.
El futuro de Egipto y Cus se reveló a través de esa profecía. Ambos serían reducidos a una humillación total por el rey de Asiria, arrastrados lejos de su tierra natal, desnudos y descalzos. Al igual que Isaías, su vez estarían expuestos, pero a diferencia de él, no sería un acto de obediencia, sino un destino impuesto.
Luego, el Señor añadió: «Y quedarán aterrados y avergonzados, a causa de Cus, su esperanza, y de Egipto, su gloria. En aquel día, aquellos que habitan en esta costa dirán ‘¡Mira lo que ha pasado con nuestra esperanza, a donde acudíamos por ayuda para que nos liberaran del rey de Asiria! ¿Cómo podremos escapar nosotros?'» La dependencia de las ciudades de Judá de Egipto y Cus para su protección, no les garantizaría escapar de la humillación y el sufrimiento a manos del rey de Asiria.
En resumen, la profecía de Isaías fue un fuerte llamado a la reflexión, a reconsiderar las alianzas políticas y a comprender que todas las naciones deberían confiar únicamente en Dios, y no en los gobernantes terrenales. Con su vida y sus acciones, Isaías demostró que la única obediencia y fe verdadera deben depositarse en Dios, que sólo Él puede ser una roca de ayuda y refugio en tiempos de angustia.