Había una vez una gran ciudad, bulliciosa y llena de vida. En esta ciudad vivía un joven, inocente y sin experiencia en los caminos del mundo. Un día, mientras estaba en su casa, escuchó las palabras sabias de su padre. Su padre le recitó los proverbios del capítulo 7 de la Biblia.
«Dame tu corazón, hijo mío,» le dijo su padre, «y sigue siempre el camino de mis mandamientos. Guárdalos como la niña de tus ojos. Átalos en tus dedos; apúntalos en la tablita de tu corazón.»
El padre aconsejó a su hijo fervientemente sobre la importancia de mantener su integridad y sabiduría, instándole a evitar el camino de los malhechores y a rechazar las seductoras palabras de la mujer extraña.
Un día, mientras el joven paseaba por la ciudad, vio a lo lejos a una mujer de aspecto encantador. Ella se movía con gracia y picardía, vestida de manera provocativa. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza al verla y, aunque recordó las palabras de advertencia de su padre, decidió seguir a la mujer.
«Ven conmigo,» susurró la mujer con voz dulce y tentadora, «he preparado mi lecho con sábanas egipcias y almohadas de alabastro. Mi marido está fuera de la ciudad y no volverá hasta la próxima luna llena.»
Atraído por su belleza y encanto, el joven, como un buey al matadero, siguió a la mujer a su casa, desconociendo el peligro que se cernía sobre él.
Pasó la noche con esta mujer y, al amanecer, se despertó sintiéndose vacío y lleno de remordimientos. Recordó las palabras de su padre y su corazón se llenó de dolor. Se dio cuenta de que había sido engañado por la falsa seducción de la mujer y había caído en una trampa.
Sumido en la tristeza, el joven regresó a la casa de su padre, confesó su error y pidió perdón. Su padre, a pesar de su decepción, lo acogió amorosamente y le recordó la importancia de seguir los caminos de la sabiduría.
«Recuerda, hijo mío,» dijo el padre, «el que se desvía hacia el camino de la mujer adúltera está jugando con fuego y de seguro se quemará. Pero el que obedece mis mandamientos y cultiva la sabiduría, será recompensado con amor y respeto.»
El joven aprendió una lección valiosa ese día. Por más atractiva que pueda ser la tentación, uno debe resistirse y mantenerse en el camino de la rectitud.
Así, con su lección aprendida, el joven prometió caminar siempre con integridad y sabiduría, consciente de que los atractivos encantos y promesas huecas son a menudo trampas peligrosas. Recordó y atesoró las palabras de su padre, las cuales proporcionaron un faro de luz y guía en su camino hacia la adultez.
Este es el mensaje de Proverbios 7. Invita a cada uno a tener sabiduría y a distanciarse de las trampas de la vida. Aconseja mantener la integridad y aplicar la sabiduría en cada aspecto de la vida. El camino de la sabiduría nunca nos llevará mal, aunque pueda parecer difícil y menos atractivo. La recompensa al final, sin embargo, será mucho más valiosa: un corazón lleno de paz y una vida de rectitud.