[Canción de ascenso; de David]. Si no hubiera sido Jehová quien estuvo de nuestro lado, Que ahora lo diga Israel,
Si no hubiera sido Jehová quien estuvo de nuestro lado, Cuando los hombres se levantaron contra nosotros;
Entonces nos habrían tragado vivos, Cuando se encendió su ira contra nosotros;
Entonces las aguas nos habrían inundado, El torrente habría pasado sobre nuestra alma;
Entonces las altivas aguas habrían pasado sobre nuestra alma.
Bendito sea Jehová, Quien no nos ha dado como presa a sus dientes.
Nuestra alma ha escapado como un pájaro de la trampa de los cazadores: La trampa se ha roto, y nosotros hemos escapado.
Nuestra ayuda está en el nombre de Jehová, Quien hizo el cielo y la tierra.
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Había una vez, en los días antiguos de Israel, durante el reinado del rey David, una época de conflictos y batallas. Los enemigos estaban al acecho, buscando constante la caída del reino de Israel. Pero, en medio de la adversidad, el pueblo de Israel se mantuvo firme en la fe de Jehová, quien siempre estuvo de su lado.
Si Jehová no hubiera estado de su lado, los enemigos habrían logrado su vengativo propósito. Se levantaron contra Israel con ira ardiente, dispuestos a tragarse a su gente viva, a barrerlos como un torrente desbocado que amenaza con inundar y arrasar todo a su paso.
Pero Jehová, él que hizo el cielo y la tierra, no permitió que su pueblo fuera presa de estas adversidades. Su ayuda divina y celestial siempre estuvo presente, protegiendo a Israel de sus enemigos. Si no fuera por él, los altivos torrentes habrían pasado sobre sus almas. Sin embargo, gracias a su intervención, lograron escapar de la mortal trampa.
David, el rey salmista, proclamó con gratitud: «¡Bendito sea Jehová, quien no nos ha dado como presa a sus dientes!» El pueblo de Israel, liberado de la trampa de sus cazadores, se sintió como un pájaro que ha escapado del lazo, volando libre en los cielos. La trampa que una vez amenazó con su derrota y destrucción se había roto bajo la poderosa mano de Jehová.
En las palabras finales de David, resuena una gran proclamación de fe y dependencia a Jehová. Dijo el rey de Israel: «Nuestra ayuda está en el nombre de Jehová, el que hizo el cielo y la tierra». Israel reconoció que su liberación y su triunfo sólo podían atribuirse al favor divino de Jehová, el creador del cielo y la tierra. Y así se fortaleció su fe, sabiendo que así como Jehová estuvo con ellos en aquel tiempo, estaría con ellos en todas las batallas por venir.
Esta historia es un recordatorio constante de la misericordia y la ayuda de Jehová, de su poder liberador, y de la fe y la confianza que debemos depositar en él. Así como Israel encontró liberación a través de Jehová, también nosotros podemos encontrar nuestro escape y nuestra ayuda en su sagrado nombre.