Biblia Sagrada

Fe Inquebrantable: Las Suplicas y Devoción del Rey David

Una historia del antiguo testamento

Una vez hubo un rey llamado David, un hombre de fe devota. A David le gustaba pasar su tiempo en contemplación y oración, a menudo alzaba su voz buscando con ansias la guía, el amor y la misericordia de Jehová, su Roca y Salvador. A pesar de estar rodeado de riquezas y poder, David siempre sabía que su verdadera fortaleza y escudo venía de Jehová.

«Jehová», suplicaba David, «mi Roca, no te hagas el sordo a mis súplicas. Si te callas para conmigo, sentiré como aquellos que han caído en el pozo más oscuro». Por más que miraba a su alrededor, veía a hombre tras hombre cayendo en la trampa de la iniquidad, hablando de paz con sus vecinos, pero con el corazón lleno de maldad.

David oró por justicia, «Señor, da a estos hombres según sus hechos; según la maldad de sus actos: Tras sus acciones, hazles pagar. Desmorónalos, pues ignoran tus maravillosos trabajos y la obra de tus manos».

Pero a pesar de todas estas transgresiones a su alrededor, David encontró consuelo en Jehová, quien escuchó las plegarias y suplicas de su humilde servidor. Esta fe lo ayudó a enfrentar los desafíos de su reinado y le dio la fortaleza para gobernar con justicia.

«Bendito sea Jehová», decía David, «Él es mi fortaleza y escudo». Y con todo su corazón, confiaba en Jehová, y lo alababa con canciones de alegría.

Pero David no quería este amor y protección solo para sí mismo. En su corazón, rogó por su pueblo. Suplicaba a Jehová: «Salva a tu gente, bendice tu herencia. Sé su Pastor, y condúcelos para siempre».

Y así, David, un hombre de fe y devoción inquebrantable, se convirtió en un testimonio viviente del poder, la misericordia y la justicia de Jehová. A través de sus luchas y éxitos, nos mostró cómo nuestra fe en Dios puede darnos la fortaleza para enfrentar cualquier desafío que la vida nos presente.

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